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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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jueves, 6 de mayo de 2010

PokerStars

Anoche, tras terminar mi trabajo con los blogs que actualizo regularmente (porque a veces parece que de eso se trata: de un trabajo. Es culpa mía, así que aunque suene como una queja no lo es) jugué una partidita de póker online. Descubrí PokerStars hace poco y cuando puedo, ya que me pirran los juegos de cartas en general y los de envite en particular entro en una mesa de alguno de los torneos que están en marcha y tomo asiento... virtualmente, claro. Por fortuna lo que no me gusta demasiado es perder dinero, así que me limito a las microapuestas y así la pérdida nunca es muy grande. Ayer la cosa fue bastante indignante porque con AA, estando las ciegas en segundo nivel, o sea, casi al principio, y en posición post CG (la peor de todas, para mí) otros dos jugadores acudieron al all-in que no me corté en lanzar ya en preflop, pensando que el que quiera peces que se moje. Lo cual me olió como un perro muerto. Uno llevaba KK y otro 99 y, como ya se habrá podido deducir, me enviaron a la puta calle al salir K en el flop y ¡dos 9 en turn y en river! En fin, como digo indignante.

Lo que yo quiero comentar al respecto es el enorme auge que está teniendo el póker últimamente en el mundo sobre todo en su versión online, y el increíble negocio que supone para las empresas que desarrollan las aplicaciones del juego. Los responsables de PokerStars, por referirme a la que mejor conozco no son públicos, no se han dejado ver, aunque parece ser que hay muchos rumores sobre quién está detrás. Sean quienes sean el programa es absolutamente espectacular y la cantidad de opciones que da al jugador, sea amateur o profesional, es escalofriante. Hold’em, Omaha, torneos sit & go, multimesa, con y sin límite, heads up... Sólo hay que fijarse en el número de jugadores que hay en las salas en cada momento, de 200.000 al norte, y que ellos mismos exponen en su página principal en un ejercicio casi onanista de autopublicidad; y las mesas ocupadas rondan, una tarde cualquiera de semana, las 30.000. Eso, 24 horas al día, 365 días al año. Como el asunto es global, siempre hay gente despierta por el mundo adelante frente a un ordenador dispuesta a jugarse unos dólares con algunos desconocidos de la otra punta del planeta. Lo cierto es que la cosa, si se piensa bien, tiene su morbo... Si por entrar en cada mesa cobran entre el 5 y el 10 % del pot, y cada partida puede durar, no sé, una hora... sólo hay que hacer unas cuantas multiplicaciones para comprobar que el beneficio, por mucho que cueste mantener semejante sistema es indecentemente bestial.

Me divierto mucho jugando al póker, así que por mí que ganen pasta a espuertas. Como digo habitualmente, solemos tener lo que merecemos; y si lo que queremos es hedonismo puro y duro y que nos proporcionen cuantas más formas de entretenimiento y evasión mejor, siempre aparecerá alguien con la caña y la zanahoria para ofrecérnoslos. Yo, de momento, acudiré de vez en cuando a la llamada; para comenzar, intentaré apuntarme al próximo Sunday Million, que suele tener varias decenas de miles de participantes, y que la suerte me acompañe. Aunque no lo parezca, lo que en realidad me atrae es el juego en sí; el premio por hacerlo bien, o sea, la pasta me da un poco de asco. Lo juro. 

Pero a veces es tan tentadora...

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