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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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viernes, 30 de abril de 2010

Desgracias ajenas

Nada, que no aprendemos: siguen alegrándonos más las desgracias ajenas que los éxitos propios. Ahora me refiero al fútbol y al pique entre aficionados merengues y blaugranas a propósito de la eliminación culé de la Champions, ocasión que los blancos estaban esperando ansiosamente para llevar a cabo su particular noche de cuchillos largos. Cosa normal, porque antes los azulgrana exprimieron hasta la saciedad el fracaso de los Florentino boys. Y ahora, además, está el tema del Atleti, que ya estoy comprobando por ahí las ganas que tenían los colchoneros de sacar a pasear su orgullo... para mofarse del rival, no para congratularse de su logro de llegar a la final de la Europa League. En fin, éstos sí que no aprenderán nunca... Pero si el asunto se limitase a las competiciones deportivas no dejaría de ser una simpática anécdota para fomentar la rivalidad; lo malo es que creo sinceramente que ese consuelo lo aplicamos al resto de los ámbitos de nuestras vidas. Si nuestro hijo suspende, nos aliviará que el del vecino también lo haga; y al revés, si saca matrícula de honor, la alegría será doble si el del vecino carga. Si nuestro sueldo es de 3.000 pavos al mes nos frotaremos las manos si los que tenemos alrededor ganan menos (y no voy a entrar ya en el aspecto conyugal del asunto), pero si el prójimo gana más... nos arderá la cara de envidia y nos importará un bledo si sus méritos son mayores que los propios. Si nuestra pareja está tan cachond@ como Elsa Pataky o Miguel Angel Silvestre nuestro ego se disparará hasta el cielo... salvo que nuestr@ mejor amig@ salga con Gisele Bundchen o Brad Pitt; entonces el mundo parecerá derrumbarse bajo nuestros pies y desearemos fervientemente que, por lo menos, les huela el aliento a demonios o se tiren pedos de noche. Si la tengo grande, todo bien hasta que compruebe que la tuya no lo es más. Y así con cada aspecto de esta nuestra vida.

Desde luego hay de todo en el mundo, y habrá quien se alegre sinceramente cuando un amigo tiene un éxito inalcanzable para él; pero el que sostenga que ésta no es la norma general miente como un bellaco. Lo sintió aquella niña pequeña cuando vio que a su amiguita se le rompió la muñeca, y lo sintió exhultante el presidente americano cuando el sistema comunista se precipitó por un barranco. Mucho más que si algún día triunfa definitivamente el capitalismo.

En conclusión: yo a lo mío. Empiezo por el fútbol, y acabo con un colapso político global. Mezclando churras con merinas.

Pero ya lo escribí al principio: es que no aprendemos...

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jueves, 29 de abril de 2010

La realidad

4 libras por 15 minutos: eso es lo que me cobraban en el hotel de Londres por conectarme a internet. Y como uno ya se acostumbró a descargar casi todo gratis (descargar = robar propiedad intelectual, en mi caso. Soy perfectamente consciente, pero yo no he confeccionado las reglas...), hubiese sido una incongruencia total pagar semejante y desorbitada cantidad por acceder a la red, así que estuve tres días sin navegar por vez primera en muchos años. Lo que supuso una pequeña liberación, ahora que lo pienso. Pero de vuelta a casa había que vaciar la bandeja de entrada, actualizar blogs y redes sociales, bajarse Lost, V... así que la próxima vez probablemente me lo piense mejor y tenga que buscar una alternativa como la de cargar con el portátil o el netbook que quiero comprar, y engancharme a alguna red gratuíta de las muchas que hay por ahí. Para que no se me acumule el chollo al regresar.

El viaje muy bien, tal y como esperaba: sólo fue una simple escapada pero que sirvió para airear la mente y cansar el cuerpo, para redescubrir una vez más la cosmopolita y bulliciosa capital británica y para aumentar mis ganas constantes de viajar, si cabe. Ya colgaré fotos por algún sitio y hablaré del British y del tremendo expolio al que sometió el Imperio Británico a griegos, egipcios, sumerios, asirios y demás civilizaciones antiguas: hay más Partenón y esfinges allí que en Atenas y El Cairo. Eso sí, el edificio del museo es acojonante. Ý también comentaré la enorme suerte que tenemos de contar con un enlace con Heathrow.

Ahora, de momento, toca volver a la realidad del curro diario (bendito sea, tal y como están las cosas) y a la de la vida cotidiana.

Mierda.

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viernes, 23 de abril de 2010

La decisión

Anoche tomé una decisión drástica poco antes de llegar a casa: prepararme una cena como Dios manda en lugar de la habitual ración de pavo con ensalada que me acompaña cada noche desde hace un par de años. Puñetera dieta... Digamos que soy capaz de controlar muchos apetitos, pero el genuíno, el verdadero, el de toda la vida... el ansia de papar, vamos, es en ocasiones demasiado fuerte para mí; esta vez me tentó demasiado y no pude contenerme. Así que batí tres huevos; freí una patata grande en rodajas despacito, a fuego lento; cuando estuvo pochada y con ese color levemente dorado tan característico (y apetecible) le añadí sal y la mezclé con el huevo. Le sumé unos pequeños tacos de jamón serrano y de pimiento verde previamente salteados, volví a mezclar, eché el mejunje en la sartén y dejé que cuajase un tiempo mínimo: vuelta y vuelta, para que el huevo se esparciese por el plato al partir la tortilla. Se me hace la boca agua sólo de escribirlo. No contento con eso me preparé un poco de ventresca de atún que tenía olvidada en la despensa (que ocupa dos pequeños estantes de una alacena) con un par de pimientos del piquillo haciéndole compañía. Había comprado un buen trozo de pan con pasas y nueces en La Tahona que olía de maravilla, y que fue lo que me hizo caer en la tentación de prepararme el ágape. Lo coloqué todo en una bonita bandeja que no sé de dónde salió, y contemplé el conjunto desde un par de metros de distancia. Con perspectiva. Acto seguido, sin pensarlo mucho, tiré todo lo que había hecho en el cubo de la basura excepto el pan y, resignado, abrí el taper del fiambre de pavo y cogí un poco, con un par de yogures desnatados.

Ni siquiera me enfadé conmigo mismo por la estupidez que acababa de cometer. Conozco a mi indecisión desde hace mucho tiempo y ya no me sorprende casi nunca; pero me pregunto qué pasará cuando asome su cara en el momento en el que el tema sea de verdad importante, y no una simple cena elaborada con prisa por culpa de un impulso irrefrenable. ¿Hasta dónde será capaz de provocar que me arrepienta de algo recién hecho? ¿Y lo hará sobre cualquier cosa? ¿Y en cualquier momento?

¿O seré yo, que empleo demasido evidentemente la demagogia conmigo mismo y me parapeto tras cualquier chorrada seudosicológica para justificar todo lo que hago, sea importante o no?

Sería interesante, si no resultase aburrido hasta para mí. Con lo rica que tenía que estar esa tortilla...

A ver si llega el lunes de una vez. O no, que ya no sé...

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jueves, 22 de abril de 2010

Los gays y la carne de pollo

Se abren de nuevo los cielos en Europa, y ya permiten volar a los aviones: ¡bien! Me pregunto si los pájaros habrán tenido las mismas restricciones que la navegación aérea. Y me respondo que seguramente se habrán comportado de forma racional: ya que no podían volar donde estaba la nube de ceniza del volcán, dieron un rodeo y pasaron por otro sitio. Lo lógico. Mejor no pensar demasiado en eso para no llegar a conclusiones desalentadoras...

Yo sigo esperando que mi vuelo a Londres del lunes próximo siga en pie. Mientras tanto, anoche quedé estupefacto escuchando el discurso de ese gran prohombre que es Evo Morales, dictador legitimado por las urnas de Bolivia que se despachó a gusto diciendo que la carne de pollo que comemos en Europa nos está volviendo a todos maricones. Él empleó la palabra gays, pero quería decir maricones seguro. Y que los transgénicos harán que todos seamos calvos de aquí a cincuenta años. De la diatriba contra la Coca Cola no digo nada, que ya es muy recurrente...

Joder con los dirigentes de Sudamérica. Qué mala suerte tienen allí con los que les tocan en suerte para llevar las riendas de sus destinos. Una vez más podría escribir aquello de que todos tenemos los gobernantes que nos merecemos, pero es que, a ojos de un europeo al menos, las opciones que tienen allí son todas del mismo calado; algún día habría que discutir si realmente allí quieren a los que votan para que les dirijan, porque si es así (y a veces lo parece, contemplando las muchedumbres que jalean sus discursos populistas) no tienen porqué darnos lástima en absoluto. Pero es que oyendo a Evo, a Chávez, incluso a Rafael Correa, un tipo que parecía la salvación del pueblo ecuatoriano y al que casi señalaron como a un mesías; instruído, culto, educado en USA... uno no sabe si reírse a mandíbula batiente, o echarse a temblar.

Yo no pude evitarlo: me eché unas risas viendo el vídeo en YouTube anoche. Claro que también me provoca la sonrisa ver la pinta de Mussolini cuando alentaba a las masas antes de la Segunda Guerra Mundial. Y sólo pensar lo que vino después, tengo que reprimir algún pequeño escalofrío...


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miércoles, 21 de abril de 2010

Sentir la realidad

Hoy no tuve problemas con el despertador, así que esta noche no me libra ni el ángel de la guarda de la odiada labor de plancha, a no ser que se me ocurra otra autoexcusa válida, claro. Démosle tiempo al tiempo, a ver qué se me ocurre... Entretanto llevo toda la mañana estudiando una posibilidad distinta para disfrutar este año de mis vacaciones: el Fondo Gallego para la Cooperación y Solidaridad (primera vez que oigo hablar de semejante organismo) lleva a cabo proyectos de de cooperación y desarrollo en países del Tercer Mundo, sobre todo en Hispanoamérica. Este año se centran en cuatro sitios: Cuba, Nicaragua, Perú y Cabo Verde, y piden gente que trabaje en la administración local para viajar hasta allí y, durante un mes, hacer la labor de cooperación que el socio local les asigne. Se solicitan sobre todo técnicos (informáticos, ingenieros, arquitectos), pero no descartan a nadie que tenga ciertos conocimientos de esas áreas, aunque carezcan de la titulación. Hay que dedicar al menos veinte días a ello, y los otros diez pues estás más o menos a tu bola. El socio paga manutención y alojamiento, y el Fondo el viaje.

No es lo soñado, pero desde luego sería un modo diferente de pasar las vacaciones de verano. Así también compensaría los excesos del fabuloso e inolvidable viaje del año pasado a los Estados Unidos, de donde vine con sentimientos encontrados: la irrefrenable necesidad de volver a vivir un poco más de la cultura yanqui, de volver a patearme la increíble isla de Manhattan de arriba a abajo, de sentir la fuerza del viento en el Golden Gate, o saborear la enormidad de la Big Sur californiana, de comprar más barato que en un feirón de pueblo... y la sensación de haber estado en un mundo irreal e ilusorio que me llevé de, por ejemplo, Las Vegas. Es posible que este asunto del FGCyS también ofrezca una visión poco realista del mundo, es decir, ni tanto ni tan corto: sería probablemente la antítesis de lo del pasado año, el otro extremo. Demasiada pobreza, enfermedades... Pero si fuese capaz de extraer una síntesis de los dos, seguro que mi percepción del planeta sería algo más próxima a la realidad. Digamos que es una gran oportunidad para sentir cuál es la verdadera realidad de nuestra sociedad, no para razonarla.

Hay plazo para apuntarse hasta el 30 de este mes, así que me lo pensaré unos días, pero no sé qué haré; probablemente nada, en vista de mi aversión casi patológica a los cambios demasiado bruscos en mi rutina... Mientras tanto, y a la espera de mi paseo por Londres de la próxima semana (me pirra viajar. Se nota, ¿que no?), ésta es una buena ocasión para recordar algunos momentos de ese viaje a USA:



martes, 20 de abril de 2010

Tarde

Anoche olvidé programar el despertador; por tanto esta mañana no sonó y me desperté muy tarde, con el consiguiente retraso en la llegada al trabajo. Tomé un café tardísimo, de hecho desayuné a eso de las 11,30; hice un par de llamadas de teléfono tarde, y también tendré que comer a destiempo al tener que retrasar la salida para compensar un poco el horario. Con lo que mi cita vespertina con el gimnasio igualmente se irá a las tantas y la llegada a la oficina de Los Rosales también será más tarde. Haga lo que haga, saldré mucho después de lo previsto, así que la bola de nieve temporal que fue creciendo a lo largo del día provocará que llegue a casa una hora o quizá más tiempo por encima de lo habitual. Y hoy tenía que llevar a cabo una tarea a priori irreemplazable antes de irme a dormir, dados los días que llevo retrasándola: planchar seis camisas, entre otras prendas.

Nada odio más en el mundo de la tareas domésticas que planchar. Hoy iba a dedicar dos horitas a ello, mínimo, así que el haberme quedado dormido me obligará a posponerlo, para no correr el riesgo de que mañana me ocurra lo mismo que hoy. Lo que me permitirá enchufarme al portátil y disfrutar de una peli, antes de acurrucarme en los brazos de Morfeo.

Y con una sonrisilla en la cara, claro. Si no se puede planchar, pues no se puede: las circunstancias me proporcionaron la excusa perfecta para disfrutar del fin del día mejor de lo que tenía planeado. Con lo que una vez más se cumple el dicho de que no hay mal que por bien no venga. Lástima que no siempre ocurra así...

Y las camisas, pues... mañana será otro día. ;-)

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lunes, 19 de abril de 2010

Alice

Con lo bien que estaría yo paseando por el SoHo londinense esta mañana... Prefiero no pensarlo para no acordarme de la madre de la Madre Naturaleza. En lugar de ese viaje que se fue al limbo (de momento, que espero llevarlo a cabo dentro de unos días...) me conformé otro fin de semana más con mi plan habitual de los últimos tiempos: naipe, gimnasio, paseos y mis series favoritas (las del fin de semana son, últimamente, FlashForward y Fringe). Y cine, claro. En esta ocasión disfruté mucho con la Alicia de Tim Burton pese a no esperar nada de ella: a mí el director de Bitelchús no suele decirme gran cosa, es de esos cineastas a los que adora una parte de la crítica con la que no suelo coincidir mucho en cuanto a gustos cinematográficos; pero la falta de opciones para saborear mi ración semanal de palomitas me obligó a ver la apuesta en 3D a la que también se apuntó Burton, y la verdad es que no me decepcionó en absoluto, cosa que, por otra parte, es lo que suele acontecer cuando no esperas demasiado de algo. Ocurre lo mismo con las personas: te fallan aquellas de las que esperas que no lo hagan nunca, y de las que no aguardas nunca nada, pues... eso, que no pueden decepcionarte. Claro que el director californiano tiene en su haber pequeñas joyas como Eduardo Manostijeras o Sleepy Hollow; pero sin restarle mérito al resto de su filmografía, me resultan generalmente películas... demasiado oscuras. Le sobra tenebrosidad a todas ellas, por explicarlo en dos palabras. Pese a ello termino viéndolas casi todas, lo que no significa mucho porque me trago casi todo lo que me echen. Sin embargo esta Alicia me entretuvo un montón, dura lo justo y visualmente es, como no podía ser de otra forma, irreprochable. Un acierto, además, el hacer de la prota una adolescente en lugar de una niña pequeña, que hace que la historia pierda algo de la ingenuidad de las anteriores versiones... ingenuidad que no tiene la obra literaria, por cierto, que soporta dos y hasta tres lecturas diferentes. Y está Johnny Depp, que por supuesto puede con cualquier personaje que le pongan delante.

En fin, ya que no se pudo viajar, al menos el fin de semana fue provechoso: si la película es aceptable, ya lo doy por bueno.

Lo que es ilustrativo de lo poco que espero de la vida últimamente. O de lo poco que me da.

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viernes, 16 de abril de 2010

El efecto mariposa

Manda huevos. Un volcán se echa un pedo, y el olor llega a todo el orbe. Al menos es lo que propone la teoría del caos, que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami en otra parte del mundo. Un volcán no es exactamente una mariposa, pero para el caso sirve de ejemplo. Pues uno se puso a escupir ceniza bajo un glaciar en Islandia y allá se va, al carajo, mi viaje de fin de semana a Londres: Heathrow cerrado por el polvo volcánico durante unos días y lo peor, la incertidumbre de no saber si en las próximas horas se va a abrir, al igual que el resto de aeropuertos del norte de Europa. Ya lo dice el spot publicitario, más o menos: la vida es lo que te ocurre mientras tú tienes otros planes. Así que no me quedó otro remedio que anular vuelos y reserva hotelera para no perder la pasta y quedarme con un chasco de narices de mil pares. Por no cagarme en la madre naturaleza.

Siempre queda el consuelo de tontos: ¿y si es cosa del destino? ¿Y si estaba escrito que en Londres me iba a atropellar un coche, ya se sabe, 'look right', y al no viajar ya no correré ese riesgo? ¿Y si algún otro pasajero estaba destinado a ser el padre del Anticristo, y al quedarse aquí ya no conocerá a la mujer que lo tenía que engendrar? Claro que también podría ocurrir al revés: que al quedarme en mi casa ocurra cualquier desgracia que no tenía que sucederme, qué sé yo, que me toque la lotería...

En fin, desbarres mentales aparte provocados por el cabreo que tengo, a lo mejor ya está aquí el comienzo del fin del calendario maya, ese que predice que en 2012 finalizará la humanidad tal y como la conocemos. O a lo mejor es cierto todo eso del cambio climático, que tanto niega Aznar y alguna gente de su calaña, y el planeta está preparándose para darnos un susto cataclísmico... Sea como sea, a mí lo que realmente me jode es que me haya fastidiado el fin de semana.

¿Egoísmo? Sí, por supuesto. Pero es que de vez en cuando una ración de superegoismo le viene muy bien a mi salud mental.

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jueves, 15 de abril de 2010

There we go...

Se acabó el sol y vuelven las alertas meteorológicas por viento y lluvia. A veces pienso que el clima es una prolongación de nuestra sociedad, que no se sabe si viene o si va. O que le jode la claridad. Demagogia barata aparte, estos días ando liado con el viaje de este próximo finde a Londres, una escapada con Miguel y Nati muy breve pero que espero con ansia. Como ya escribí por aquí me encanta la capital de la Gran Bretaña, es el lugar más cosmopolita que he visitado, por encima incluso de Nueva York; y recorrer sus históricas calles del Soho, de Westminster, Mayfair, Belgravia, Kensington... me trae tantos recuerdos que me emociono sólo con pensarlo. Llevo un planning detallado para las 45 horas que voy a pasar allí, absolutamente insuficientes para poco más que respirar la fría y lúgubre brisa londinense; pero como sucede con la vida, por muchos planes que uno haga luego ocurrirá lo que Dios quiera. Esta vez mi principal prioridad es visitar un pequeño barrio cerca de Covent Garden que se llama Seven Dials, lo he recorrido en Google Streetview y parece encantador. Es el lugar de compras más de moda ahora mismo en Londres, muy in, fashion y todo eso, con pequeñas tiendas para curiosear que aún no parecen estar atestadas de turistas, que lo fastidiamos todo. También quiero comer en un japonés del que tengo buenas referencias, cenar en un Zizzi que ya visité hace años, pasar una mañana en Camden, una tarde por Oxford Street para comprar, patearme una vez más The Mall desde Harrod´s, visita obligada, hasta llegar a Trafalgar Square, incluso entrar un rato en el British, que me da vergüenza no haberlo visitado nunca...
Y es que ya es la quinta vez que vuelo a Londres. Sí, ya sé, el mundo es muy grande y hay muchas ciudades a las que rendir visita, pero... no es menos cierto que hay lugares a los que merece la pena regresar cada poco tiempo. Éste es el caso.

Ya colgaré por aquí algunas fotos, por supuesto.

 Picadilly, there we go... again.




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miércoles, 14 de abril de 2010

R

Me parto. Hoy desayuno con la escandalosa noticia de que R está siendo vendida por partes a fondos de inversión extranjeros, más o menos. Lo más normal en un sistema capitalista: una empresa llama la atención de un inversor y éste, si tiene pasta, va a por ella. Lógico. Pero el titular más alarmante de la prensa es que ‘los nuevos dueños garantizan que no se perderá la galleguidad de la empresa’, recordando a continuación lo ocurrido con Unión Fenosa, la fusión de las cajas y algún que otro chanchullo financiero más y manifestando la mayor de las preocupaciones por el hecho de que el inversor sea extranjero.

O sea: que Inditex se coma el mercado textil en todo el mundo, arrasando con los pequeños comercios está bien; que Zeltia se esté rompiendo los cuernos para cortar parte de la tarta farmacéutica americana (y comérsela) es maravilloso; que Fadesa, cuando era Fadesa, se fuese cargando poco a poco a los pequeños proveedores y a los medianos promotores a cuenta de inflar su cuenta de beneficios era estupendo, mientras un gallego fuese su dueño; que ese dueño tuviese cero intenciones de hacer efectiva su condición de ‘gallego’ no importaba mientras el dato biográfico estuviese bien claro. Aquí lo único que importa es que la decisión sobre cómo explotar mejor al consumidor parta de alguien nacido en la tierra, aunque luego gaste e invierta en donde sea y como le salga de la real gana. Dentro de poco nos exigirán así que ejerzamos de gallegos: tener cuenta bancaria en la Caixa Atlántica (porque se llamará así, al tiempo), vestir sólo de Zara, leer a Manuel Rivas y comer pollos criados en Coren. Y pescado de Pescanova. Y leche de Feiraco. Y mp3 de blu:sens. Por supuesto, mientras un gallego las comande; después, que les den por culo.

Es que me parto de la risa, pero es por no llorar. Ya escribí que los corporativismos me tocan las narices, y esto no es más que otra forma de expresarlos; una cosa es que apoyes a la selección gallega de fútbol en un partido contra la asturiana, por ejemplo, y otra es que tu dinero, tus ahorros o tus propiedades tengan que regirse por el origen de los responsables de gestionarlos. Lo más gracioso es que por ahí fuera deben desternillarse igualmente cada vez que lean estos titulares de prensa, y lo más triste... es que los que los leemos nos sentimos obligados a preocuparnos por ello, como si nos llenase de orgullo que un gallego se forre a nuestra costa. Parece que todos asumimos que, si una empresa deja de ser gallega, es que dejará de ser una buena empresa. Vaya mierda...

Así es que tenemos la imagen por ahí que tenemos, pero ¿qué se puede esperar de una comunidad que tiene 3 aeropuertos internacionales en un diámetro de 150 kilómetros, o dos puertos exteriores (Coruña y Ferrol) en apenas 30? Pues que jamás avance. Que vaya a rebufo de los que no se pierden en localismos estúpidos.
Si el vecino hace algo es para joderme, así que yo más. Ése es nuestro lema.

Seremos paletos...

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martes, 13 de abril de 2010

El sentido de la vida

Qué tedio. Todas las mañanas las mismas caras, los mismos saludos y los mismos lugares de cada día. Puedo soportarlo. Ya dije en alguna ocasión que ciertas rutinas ordenan en cierto modo mi vida. Pero cada vez me cuesta más comprender las motivaciones vitales de los que me rodean, qué les lleva a levantarse cada mañana sin deprimirse. Siempre, siempre escucho las mismas historias (‘...ayer mi hijo vomitó ¡otra vez!...’, ‘...pues esta temporada se llevan las flores y lo marinero...’, ‘...vaya partido más malo/bueno/soporífero, la Liga está cantada desde hace semanas...’, ‘...qué buen/mal tiempo hizo, ¿que no?...’, ‘...la papa que cogí este viernes fue la hostia...’, ‘...qué mal está la situación, ya se sabe, la crisis...’), casi podría grabarlas y reproducírmelas el año que viene por las mismas fechas y evitar el tener que soportarlas de boca de los que tengo a mi alrededor. Hasta da la impresión de que las noticias que aparecen en los informativos son iguales año tras año, con variaciones en pequeños detalles, de que los escritores cuentan las mismas historias, las películas se parecen todas, el arte en general languidece o se repite a sí mismo, la violencia es recurrente una temporada tras otra... ¿Qué coño pasará con la gente, que cada día simplifica más el esquema nacer – crecer – reproducirse – morir? ¿Cuál será el sentido de la vida para la mayoría de los mortales? Exceptuando a unos pocos seres excepcionales, parece que nadie se percata de que su papel en esta vida es la de ser mero consumidor, de servir de intermediario entre una generación y otra sin otro fin que pasar de puntillas por la existencia humana, por la Historia. ¿De verdad es tan simple la mayoría de la Humanidad como para no darse cuenta? ¿Lo somos? ¿Es el hastío el verdadero sentido de la vida?

Cada día que pasa me convenzo más a mí mismo de que cuando una civilización extraterrestre pase por aquí (y lo hará, más tarde o más temprano), se comunicará en primer lugar con los delfines. O con las hormigas, o con las abejas. O con las bacterias. Estoy seguro de que ellas conocen mejor su papel en el mundo que nosotros, y que de algún modo son conscientes de que su existencia tiene algún significado.

Qué tedio, coño.

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lunes, 12 de abril de 2010

Sencillez

Es aparecer los primeros rayos de sol, y zafarrancho de combate: se pone en marcha la operación bikini sin perder ni un día. Todo el fin de semana estuvo mi gimnasio tan abarrotado que parecía un botellón del jueves en los jardines de Méndez Núñez; y lo mismo ocurrió en la playa de San Amaro: ayer domingo casi no había lugar donde colocar una toalla en la arena, exagerando un poquito. El invierno fue largo y oscuro, así que parece lógico este apetito voraz por el astro rey; pero si hubiese sido templado y apacible habría ocurrido lo mismo. La vanidad humana es lo que tiene. Podría extenderme acerca de la superficialidad de las prioridades de las personas y lo confundidos que estamos todos, pero no me apetece. Hoy toca hablar de algo mucho más profundo.

Qué equipo el Barça. Es pronto para decirlo, porque estas cosas hay que observarlas con la perspectiva que proporciona el tiempo; pero no he visto ningún equipo que dignifique tanto el juego como este Barcelona de Pep Guardiola. Da igual a quién se enfrenten, los jugadores que salgan al campo y la competición que disputen. Sólo entienden el fútbol de una manera, la única que realmente existe y que, a la vista está, ofrece los mejores resultados: hay que tener la pelota, mimarla, tener paciencia, conducirla hasta la portería contraria y colocarla en el fondo de ella. Parece sencillo, pero es muy, muy difícil. Ésa es la palabra: sencillez. También se necesita talento, y en el Barça sobra. Pero igualmente lo hay en otros equipos. Y buenos jugadores, que también los tiene el conjunto azulgrana. Como el Real Madrid, el Manchester, el Bayern Münich y tantos otros equipos. ¿Cuál es la diferencia, entonces? ¿Porqué el Barcelona lleva casi dos años asombrando al mundo con su juego aparentemente fácil, pero demoledor?

La diferencia es, desde luego, Pep. Yo no entiendo de fútbol, pero soy capaz de adivinar que él sí lo comprende. Cualquiera puede observar que disfruta con lo que hace, a diferencia de tantos otros que sólo parecen disfrutar con lo que cobran, o cuando los resultados acompañan. De momento parece un tipo humilde, respetuoso con el rival y con sus jugadores, lo que sin duda también es una piedra angular de su éxito. Los resultados por sí solos ya avalan su trabajo, pero es que además está el modo en el que llegan esos resultados... que nadie pone en duda, ni siquiera sus rivales. Y luego está, por supuesto, ese jugador desequilibrante que todo gran equipo necesita para marcar diferencias, ese que hace mejores a sus compañeros y que, como los niños pequeños, parece que hace lo que hace de forma natural, directa, sin complicaciones...

Xavi.

Que conste que esto lo está escribiendo un madridista. Pero tras el (aparente) enésimo fracaso de la política del talonario de Florentino, sólo queda rendirme a la evidencia: este Barça sí es un equipo de fútbol. Y un servidor, como amante del deporte espectáculo, no puede hacer otra cosa que disfrutar con este equipo. Así que enhorabuena, Pep, y que nos sigas haciendo gozar de este maravilloso juego.

Dicho ésto, que me sentía obligado a escribir, quiero terminar con este colofón:

¡HALA MADRID!


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viernes, 9 de abril de 2010

El dinero

Bien, ya está aquí el reparador fin de semana... No es que me mate el trabajo, pero entre la oficina, el gimnasio, más oficina por la tarde y mantener en buen estado de revista mi rincón de casa (y este blog, entre otros) llego al sábado muy cansado. Luego dedico esos dos días postreros a cualquier cosa menos a descansar, pero la hora que duermo de más reconforta lo suficiente mi cuerpo. La mente es otra cosa.

Hoy acompañé mi café matutino con la habitual lectura de la prensa; estaba libre El Mundo, y como tenía apenas cinco minutos sólo me detuve en los titulares hasta que leí el siguiente: “Un hombre gasta 11 millones de la lotería en drogas y prostitutas en ocho años”. Despierta mi curiosidad descubrí que un tío (británico y basurero, para más señas) había sido agraciado con 11 kilos (de euros) en la loto hace ocho años, y que lo dilapidó en ese tiempo en putas, drogas y fiestas varias; la familia lo sangró hasta lo indecible, al parecer, e incluso su mujer lo abandonó poco después de ganar el premio. Ahora está deseando ser un asalariado más, como antes, según declara a un tabloide inglés. Otro diario aprovechó la ocasión para publicar la historia de otros casos, como la de una chica de 16 años que también ganó 2,1 kilos que no fue capaz de soportar la presión, e intentó suicidarse el año pasado.

Vamos a ver: prácticamente todos soñamos con que nos toque la lotería. Si no fuese así, no jugaríamos a alguna de las innumerables opciones que existen para convertirnos en millonarios de la noche al día: las estadísticas así lo demuestran. Pero yo tengo la absoluta seguridad de que no sabemos en dónde nos metemos anhelando ese sueño: no hay nada que proporcione más infelicidad que el dinero, sobre todo el dinero sobrevenido de repente. Otra cosa distinta es ganárselo con el sudor de tu propia frente, aunque en el caso del que amasa fortunas haciendo negocios lo más probable es que sea a costa del sudor (y la sangre, en ocasiones) de los demás. Encontrarse de repente con el hecho de ser propietario de una ingente cantidad de dinero es lo más estresante que le puede ocurrir al común de los mortales, ese que se levanta cada día para ganar mil o dos mil euros (o 3.000, que en comparación es lo mismo): nuestra vida cambiará radicalmente, la gente que tenemos a nuestro alrededor también lo hará y nos mirará como a alguien que ya no es igual que ellos; cambiará el futuro, el más próximo y el más lejano, nuestra visión de las cosas se distorsionará, la presión de mantener lo que la ¿bendita? fortuna hizo que fuese nuestro nos hará desconfiados ante los nuevos amigos que indudablemente aparecerán; la más diversa fauna se arrimará a nosotros para intentar conseguir algunas migajas del festín... Ejemplos como éste del barrendero inglés debe haber muchos, y lamentablemente creo que deben ser la mayoría de los que fueron agraciados con cantidades semejantes de dinero.

Así que insisto en lo dicho y voy un poco más allá: el dinero es la mierda más grande que inventó nuestra sociedad. Es necesario, hace que todo funcione, pero... es un cáncer que termina estropeándolo todo. Yo sólo espero que, si algún día me cae del cielo una desgracia así, tenga la suficiente lucidez para detenerme a pensar 24 horas, sólo 24 horas en lo que supondrá para mi vida y la de los que me rodean, y actuar lo más serenamente posible. Si no lo consigo... estaré perdido.

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jueves, 8 de abril de 2010

AG-S

Ayer estuvo por aquí la ministra de Cultura Ángeles González-Sinde de visita institucional. Escenificó con las fuerzas vivas de la ciudad multitud de actos públicos (y privados: comió discretamente con el mandamás de Inditex, Ortega aparte) y atendió a la prensa. El paripé habitual en estos casos. Pero soltó una perla que no me resisto a dejar de comentar brevemente, tras la que se quedó tan ancha: “Estoy encantada de visitar de nuevo Coruña, ciudad de mujeres y hombres libres”. Con un par de cojones. Debe de ser uno de los formularios tipo que usan en el ministerio, y que allá donde va el político de turno se lo apunta en el reverso de la mano con un espacio en blanco para escribir el lugar que le toca visitar. Hágase la prueba y colóquese en lugar de Coruña cualquier otra ciudad: Madrid, Barcelona, Melilla o Bollullos del Condado. ¿Se puede ser más demagógica? Por no mencionar la estúpida manía que siguen teniendo las ministras del psoe (aunque siendo sinceros todos los políticos de este país cayeron en esa trampa hace tiempo) de usar mujeres y hombres en lugar de personas, que es lo más lógico. Cuánta razón tiene Arturo Pérez Reverte cuando las machaca desde las páginas de El Semanal... En fin. Remató la faena AG-S diciendo que “el Gaiás es un buen proyecto”, por supuesto ante Feijóo, sin añadir nada más que pudiese hacer sospechar que tuviese la más mínima idea de lo que significa la Cidade da Cultura.

Estoy por sumarme a todos los grupos de Facebook que piden su dimisión por el tema de la SSGAE (no es un error la doble s) y por el tufillo fascista que suelta su Ley de Economía Sostenible, cuya disposición final primera permite el cierre de webs sin intervención judicial (también me apunto este asunto para comentar en otro post); pero casi voy a crear otro que diga ‘Dimisión de la ministra de cultura, POR TONTA’, sin especificar más.

Se unen miles de usuarios. Seguro.

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miércoles, 7 de abril de 2010

El dedo en la llaga

Este post enlaza un poco con el que subí ayer. Vivimos en una sociedad asquerosa. Tanto, que aquello que escribió Hobbes acerca de que el hombre es un lobo para el hombre se quedó obsoleto, y hemos convertido el verbo es en un peligroso tiene que ser. A todos los niveles: desde el más cercano y familiar, cuando competimos con el prójimo para conseguir lo que queremos (sea trabajo, dinero o amor) o cuando nos refugiamos en alguno de esos corporativismos que tanto odio (sobre todo el de género: nada me revienta más que un hombre cubriendo los errores de otro hombre por el mero hecho de compartir testículos, o una mujer amparándose en no sé qué rasgos comunes con otras mujeres para denunciar mil y un atropellos que comete el macho contra ella; aunque luego terminen arrancándose la piel con las uñas por esa misma competitividad. Pero eso es otra historia), hasta la parte más alta de la pirámide, en la que viven los poderosos. Las élites. Y si en el primero de los casos puedo entender que el roce cotidiano o de proximidad provoque multitud de sensaciones, tantas como todas las que caben entre el afecto y el odio más exagerado, lo de nuestras élites es terrorífico. Siempre lo ha sido, lo sé, pero según van pasando los años me parece que involucionamos en ese sentido. Estos días tenemos ejemplos muy ilustrativos sobre eso: la carnicería que están preparando con el PP desde los sectores más afines al Gobierno por el tema Gurtel y el asunto de Jaume Matas, o la cantinela con la que desde el otro lado desgastan al PSOE por su malhacer con la crisis, con el síndrome de la Moncloa que padece Zapatero, con la parálisis ministerial... En fin, nada nuevo que no se produzca cada año. Crispación es la palabra. Ninguna sorpresa al respecto.

Pero lo que están haciendo con el juez Garzón es repugnante. Van a imputarlo por prevaricación, por haber querido investigar sobre las tumbas de los represaliados del franquismo cuando no tenía competencias para ello, según dice otro juez. Lo intentaron muchas veces, pero nunca lo habían conseguido hasta ahora. Casi lo hacen con unos cursos que dio en USA patrocinados por el Santander, que lo dejaron algo tocado, pero está saliendo airoso de ese asunto; y ahora parece que van a conseguirlo con lo de las exhumaciones. No tengo en demasiada estima a Garzón: creo que a veces exhibe demasiado afán de protagonismo. Y quiso pasarse a la política aprovechándose de la posición que le otorgó su cargo, de forma ingenua como todo el mundo sabe, cosa que no me pareció bien. Aunque ese afán, en su caso, es posible que ni siquiera sea un defecto, sino un rasgo más de su carácter, necesario para enfrentarse a todas las causas (imposibles algunas, según dijeron ciertos agoreros: recuérdese a Pinochet) que inició a lo largo de su carrera. Todo ello no obsta para que reconozca, sin embargo, la valía de este hombre: tiene un par de narices allí donde más le hacen falta, y creo sinceramente que su sentido de la justicia supera con mucho cualquier signo ególatra que pueda adornarlo. Supongo que en el futuro, cuando haya terminado su trabajo (es decir, cuando palme), desde una perspectiva más objetiva se valorará su labor en su justa medida.

Pero de momento se ha ganado enemigos que, mucho me temo, conseguirán arruinar su carrera. Querer remover el pasado ha debido abrir algunas llagas que, en este país, será dificil que cierren en lo que nos queda de vida a mi generación; y son heridas profundas, por lo que se ve, que no dejan de supurar rencor. Miedo me da, a veces, el expresar mis ideas (o sea, las de un don nadie) en voz alta, temeroso de que pueda molestar más de la cuenta a alguien y termine rebatiéndolas con argumentos más contundentes que los míos: yo no creo demasiado en eso de que la pluma puede con la espada. Así que no puedo imaginar lo que es hacerlo en esas alturas, donde se mueve el juez Garzón, en las que los enemigos son, como se ve, muy poderosos.

Por eso me jode la sociedad en la que vivimos: o te pliegas al sistema... o el sistema te devora. ‘No te desvíes del camino’, que decía el Gran Hermano orwelliano. Suena apocalíptico, lo sé, pero... es lo que hay.

Qué asco.

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martes, 6 de abril de 2010

Las mejores familias

Gracias al cielo todo termina, y la semana santa de este año ya pasó a mejor vida. Bendita rutina ésta de levantarme cada lunes, dispuesto a rodearme de montañas de papel en el chollo... Suena irónico, pero nada más lejos de la realidad: mi manía de ir a contracorriente de casi todo llega al punto de gustarme los lunes. Es lo que hay, y lo asumo.

Estos festivos pasados transcurrieron plácidos, tranquilos y sumamente aburridos, tal y como esperaba. Aproveché la ocasión para dar largos paseos y sumergirme en profundas cavilaciones y meditaciones acerca de los misterios de la vida (mía). Ésto sí es irónico. Pero también tuve, una vez más, la oportunidad de comprobar hasta dónde llega la codicia humana. En uno de esos paseos, a lo largo de la ribera marítima de Sada, mientras caminaba me fui acercando poco a poco a una pareja de tipos que se desplazaban en la misma dirección que yo llevaba a menor velocidad que la mía. Eran de mediana edad, iban bien vestidos y con las manos en la espalda, charlando al parecer animadamente. Cuando llegué a su altura, capté un par de frases de su conversación que despertaron mi curiosidad, y en lugar de adelantarlos apurando el paso, como normalmente haría cualquier persona discreta, me hice el distraído y, quedándome ligeramente retrasado con respecto a su posición, afiné el oído. Los tipos, al parecer hermanos, hablaban de alguien que estaba en las últimas horas de su vida; por el contexto y el tono de sus palabras, esa persona era su padre, o quizá un tío sin descendencia. Tan enfrascados estaban en su debate que no repararon en que había alguien apenas a tres metros de distancia, y mucho menos que podía oir lo que decían. El que tenía más próximo a mí comenzó a decir, elevando un poco la voz, que ‘tal edificio, como habíamos acordado, me lo adjudico yo; el otro tal edificio te lo quedas tú; el bajo nos lo adjudicamos proindiviso, y el chalet se lo puede quedar María (nombre ficticio)...’. ‘¡Qué coño dices! – contestó el otro -, María está bien donde está. Si se lo dejamos a ella ahora, cuando muera tendremos que volver a empezar con todo el papeleo y ya ves el lío que se está montando ahora, con la muy cabrona tocándonos los cojones porque dice que tiene derecho a...’. Hasta aquí fui capaz de seguir escuchando; una, porque en cuanto se percatasen de que alguien podría haber oído todo eso podía haber provocado una situación embarazosa, cuando menos; y otra, porque empecé a sentir un poco de vergüenza ajena: estaban repartiéndose los bienes de alguien que ni siquiera había fallecido aún. Por lo que decidí apurar el paso, sobrepasarles e intentar olvidar el asunto. ‘De todos modos, estas cosas ocurren todos los días, y hasta en las mejores familias’, me dije. Llegué hasta el final del camino, ahora apurando el paso, donde hay una cafetería muy maja con unas vistas estupendas y un café decente. Mientras me acodaba en la barra y pedía un americano, se abrió la puerta del local y entraron los dos tipos que acababa de escuchar. Fue en ese momento cuando ví por primera vez sus rostros, ampliamente sonrientes, y los reconocí. Eran dos personas públicas, bien conocidas en nuestra ciudad, y asiduos incluso de ciertos programas de radio y de hasta de televisión, si no recuerdo mal. Se dirigieron a la esquina opuesta a la que yo me encontraba, saludando a casi todos los presentes, así que concluí que eran habituales del local... o simplemente que la gente los reconocía, al igual que yo. El poder de los medios de comunicación, que dicen.

El caso es que, ya antes de que esos dos tipos se sentasen, decidí que a partir de ese momento, y por mucho que supiese que estas cosas ocurren todos los días... esos tipos tan conocidos iban a darme mucho, mucho asco. Por buitres.



P.S.: Un rápido repaso a las últimas pelis de cine que ví: Millenium 3 sobraba. Es la peor de la trilogía. Shutter Island, muy bien. Bien Leo, bien Ruffalo, Scorsese un crack. Los hombres que miraban fijamente a las cabras, entretenida. Una paranoia simpática. Clooney se sale, igual que Jeff Bridges. El libro de Eli: muy floja. No entiendo su éxito en USA, salvo por Denzel: es un panfleto seudorreligioso. El escritor: muy buena. Thriller poco original de Polanski, pero muy bien realizado. El final, de traca. Furia de titanes: floja. Su pase al 3D, un timo. Cómo entrenar a tu dragón: entretenidísima. Visualmente, lo esperado: espectacular. Acantilado Rojo: me fui antes de que acabase.
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