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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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viernes, 7 de mayo de 2010

Entendidos y profanos

Se avecina un finde lluvioso, así que tocará pasar el tiempo bajo techo. Cine, gim e internet a mazo. ¿Y si hiciese buen tiempo? Pues lo mismo. Es patético, lo sé.

Mejor no pensar en ello. Ayer le concedieron un premio importante, el Velázquez de las Artes Plásticas, a una artista colombiana llamada Doris Salcedo; esta mujer sorprendió a todo el mundo hace unos años al exponer como única obra en la Tate Modern de Londres una grieta que recorría los 160 metros del suelo de la Sala de Turbinas del museo. Según la propia autora, su obra hace referencia al racismo, a la prepotencia occidental y su política de inmigración; y según algún crítico, se apropió del lenguaje conceptual y subvirtió códigos, y supo, en definitiva, situarse en las antípodas de sí misma para recitar su inquebrantable discurso. El crítico se quedó tan ancho, creo.

Yo estuve allí y ví la grieta. Era una raja en el suelo, no muy ancha, que en la inmensidad de la sala llama la atención, cuando menos. Semejaba un relámpago flotando estático en un cielo invertido. Pero ya en aquel momento estaba seguro de que lo impactante de la obra (ojo: una grieta en el suelo que es una obra de arte...) iba a hacer que entendidos y profanos se lanzasen a encontrarle interpretaciones tan distintas entre sí como, en algún caso, absolutamente disparatadas: que si ‘el abandono y la memoria, el sinsentido, el absurdo y la nada palpitan en la obra’, o que ‘su obra está asociada a la realidad de Colombia’, ‘son objetos, convertidos ahora en espectros, que activan lugares y espolean la memoria colectiva’... o, directamente y como me pareció a mí en el momento en que la ví, que hay que tenerlos bien grandes para convencer a los gerentes de un gran museo de coger una taladradora, hacer agujeros en el suelo y llamarle a eso obra de arte. Y sabiendo que, con suerte, alguno la iba a colocar en un pedestal por atreverse a hacerlo. Pero yo, evidentemente, soy un profano.

En fin, cosas del arte. Hace unos años también ví, en el Altes de Berlín, un cuadro de un tal Yves Klein que me llamó también poderosamente la atención: era un lienzo de un azul monocromático intenso, sin ninguna otra mota de ningún otro color. El cuadro se titulaba IKB, iniciales de International Klein Blue porque el tipo patentó el cromatismo, al igual que otros muchos, y se dedicó a pintar lienzos únicamente con pintura de esos colores. Me pareció tan acojonante como estúpido. Repito que soy un profano en ésto; pero conseguir que los que no lo son cataloguen una tela en la que no hay nada, NADA más que un color como obra de arte, y que se exponga en un museo de gran reputación... es rizar el rizo, hablando castizamente, y hace que uno pierda la fe en la mayor parte de los movimientos artísticos de nuestro tiempo. ¿Qué fue de aquellos retratos asombrosos del Renacimiento? ¿Y el estudio de la luz que hacía Caravaggio, por ejemplo, y que plasmaba como nadie en sus cuadros? ¿Y Picasso? ¿Están tan pasados de moda, hoy? ¿Será que los museos contemporáneos son casi tiendas de souvenirs, y que se dan de hostias por impactar cuanto más mejor al visitante... aún a costa de su inteligencia? A mí no me convencen: estas obras de arte me parecen un fraude. Me quedo con mis películas, mis cómics y mi narrativa claras, entendibles y asimilables por mi intelecto.

Aunque hay que concluir una cosa: no recuerdo más obras de arte de la Tate Modern, ni del Altes, salvo el famosísimo busto de Nefertiti, que por aquel entonces estaba ubicado allí. ¿Estaría yo escribiendo en este blog sobre ellas si no fuesen tan polémicas como son? ¿Le prestarían los entendidos posmodernos tanta atención? ¿Es la función del arte, entonces, la de crear polémica, controversia?

Ergo, ¿arte = reality show?

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