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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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jueves, 14 de octubre de 2010

Amargado

- Oye, que acabo de leer que ¡Bardem va a hacer la peli!

- No me jodas... ¡pero si ni siquiera se quitaron de encima la mierda de más de dos meses encerrados! ¿Y ya están pensando en una película?

- Como lo oyes. Recién leído en elmundo punto es. Una productora yanqui se puso en contacto con él para ser el protagonista. ¡Ya sólo falta que a la Pe la pongan de la amante de ése tal doctor ‘Barrios’! Que a ver qué hace el tipo ahora con su esposa, por cierto, vaya marrón...

- Sí, y de presidente de Chile Harrison Ford, no te jode, con Antonio Molina en la banda sonora... Ya lo estoy viendo, lo que podría ser una cojonuda historia de superación y de solidaridad humana va a terminar convertida en ‘Gran Hermano 753’, verás tú.

- Oye, que tampoco está tan mal que los tipos esos se ganen ahora un par de pavos en compensación por todo lo que pasaron. ¡Bien merecido se lo tienen!

- Sí, hombre, sí, claro que sí. Venga, va, todos corriendo a buscarse un representante que les gestione los derechos editoriales de su versión de la historia, más los abogados para que redacten los contratos de imagen de sus apariciones en televisión, los de eBay como locos intentando convencerlos de que subasten con-fines-benéficos-por-supuesto el casco, el traje de minero y hasta los gayumbos, y los bancos ofreciéndoles el oro y el moro para encargarse de los modestos royaltis que les van a proporcionar todos esos tiburones... No me jodas, hombre... Una cosa es que cuenten la historia y se beneficien de ello, y otra muy distinta el circo que se está montando cuando aún llevan el sudor de la mina pegado a la ropa...

- Jooooooder con el colega, parece como si te corroyese la envidia... ¡ya quisieras tú que el Bardem hiciera de tí en una peli! ¡Quién me diera a mí! ¡Y con la Pe al lado, encima! ¡Amargado, que eres un amargado!

- (suspiro) Encima. Pero en qué mierda de mundo vivimos, la madre que me parió...





lunes, 11 de octubre de 2010

No meneallo

Ya decía mi abuelo que casi siempre es mejor dejar las cosas como están. O 'Peor es meneallo', que decía don Quijote. Cierto es que mi abuelo era una persona conservadora y un tanto temerosa de los riesgos a los que te exponía la vida, pero la experiencia le daba cierta autoridad y yo, que era un mocoso cuando soltaba sus diatribas, tomaba aquellas palabras como si las hubiera pronunciado un cura. Luego la vida me fue enseñando que, o te arriesgas un poco, o te quedas atrás. Ayer recordé lo que me decía aquel viejo tras salir de ver en el cine la continuación de ‘Wall Street’. Uno de los iconos de mi juventud cinematográfica fue, sin duda, el personaje de Gordon Gekko que interpretó Michael Douglas en la primera entrega, aquel tiburón de las finanzas que no dudaba en pasar por encima de quien fuese o de lo que fuese para honrar a su único y verdadero dios: el dinero. Y me temo que no fue un icono únicamente para los amantes del cine, sino que muchos brokers de la vida real lo tomaron como ejemplo y luego, desgraciadamente, ocurrió lo que ocurrió. Sea como sea, yo me pasé años riéndome de las malas imitaciones que se intentaron hacer en otras películas de aquel demonio sin alma.
El caso es que creo que esta segunda parte, anacrónica y tardía, le pilla a su director Oliver Stone con el paso cambiado. Da la sensación, tras contemplar el farragoso guión que tuvo que desarrollar para filmar esta película, que el hombre buscaba algún tipo de redención moral o ética por creer que su primer filme había influído demasiado en la última generación de brokers de Wall Street. Como si hubiese llegado a la conclusión de que se había pasado de rosca al filmar la primera parte. ‘Chicos, ya sé, con la primera os obligué a ser muy, pero que muy malos, aunque nos os preocupéis: ahora os voy a enseñar a ser lobos como el del cuento de Caperucita’. Así que cogió al personaje de Gordon Gekko, lo ablandó con ocho años de cárcel, le dejó la misma piel y la misma apariencia fría y amoral de un Terminator con traje y corbata de Prada ... pero cometió el fallo de incluir un corazón en el paquete. Con lo que le salió una moraleja de cuento barato y chusco, de final incomprensible e inverosímil, y de paso derribó de un plumazo uno de los personajes de ficción más intensos de las últimas décadas.
¿De ficción? Ahora, sin duda, sí. Oliver Stone ha rebajado a Gekko a personaje de cuento vulgar o de novela barata, lo que me entristece un poco. Y lo peor de todo es que lo ha hecho sin motivo aparente. ¿De verdad necesitaba filmar esta segunda parte? Es como si a Thomas Harris le entrase remordimiento por haber creado al gran Hannibal Lecter y decidiese que en lugar de comerse al director del siquiátrico que tanto lo puteaba terminase haciéndose amiguito de él. Un disparate.
Así que mi abuelo y don Quijote, después de todo, tenían algo de razón. En ocasiones es mejor dejar las cosas como están...


P.S.: En tres o cuatro días rescatarán a los 33 mineros chilenos. Bien. Ahora se va desvelando que algunos se rebelaron contra el jefe de turno, que otros no aceptaron al sicólogo que intentó ayudarlos y que hay unos cuantos, en fin, que están sorteando quién sale de último, para así entrar en el libro Guinness de los récords como el que más tiempo sobrevivió bajo tierra a gran profundidad... Como se ve, hay historias que la vida escribe mejor que el más premiado de los guionistas de Hollywood...

viernes, 8 de octubre de 2010

Un amiguete me consiguió dos entradas para el preestreno anoche de ‘La red social’, ese megaspot publicitario sobre Facebook y su creador que rodó David Fincher, el de las fabulosas ‘Se7en’ y ‘El club de la lucha’ (y ‘Alien3’, aunque de ésta reniega vehementemente). Leí en una entrevista promocional que el guionista, que lo es también de la serie ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’, quiso elaborar un retrato de un tío brillante de intelecto pero estúpido socialmente, sin tener para nada en cuenta que los personajes que refleja son muy jóvenes aún hoy en día, por muy multimillonarios y famosos que sean.

A mí no me dio el pego: la peli me gustó, tiene momentos brillantes (como en los que se cuenta la superioridad intelectual que sabe que tiene el protagonista sobre los abogados que lo interrogan, los cuales también son conscientes de ella muy a su pesar, seguramente; o la pelea entre los dos amigos de Harvard tras la traición de uno de ellos. O la escena final, cómplice con los usuarios de Facebook más activos) y no trata al espectador como si fuese idiota, ni de esa forma condescendiente que suele emplear Hollywood en la mayoría de sus blockbusters (véase la reciente ‘Origen’, por ejemplo: alguien pensó ‘hala, vamos a rodar una peli para que la gran masa cineadicta se sienta satisfecha neuronalmente y no se nos acuse de rodar únicamente pastiches de encefalograma plano’ y se quedó tan ancho), pero no me creo que carezca de intenciones propagandísticas ni que, me temo, el que esté en realidad detrás de todo el tinglado no sea el propio Mark Zuckerberg, el padre (de 26 años hoy en día, no lo olvidemos) de Facebook. Si en ese mundillo te presentan una demanda hasta por mirar mal a tu perro, un tío que tiene una empresa valorada en 25.000 millones de dólares que se sintiese ofendido de verdad le hubiese lanzado un ejército de abogados a la Sony, distribuidora del filme, por intromisión en su imagen pública y en su honor (palabra y concepto, por cierto, que sólo se emplea para ésto: para denunciar que atentan contra él) que ríete tú del juicio de O.J. Simpson.
Resumiendo: que la peli apesta a paripé, a una trampa bien elaborada; pero no creo que sea más que puro negocio. Tratándose de Hollywood no debería sorprender a nadie, pero es que envuelven tan bien el regalito que la mayoría lo aceptamos sin protestar. Y si alguien lo hace, la respuesta ya está preparada: no seas gilipollas, que estamos hablando de la Fábrica de los Sueños... ¡todo es mentira!
En fin. No seré yo quien se lamente de lo que sale de la meca del cine, con lo que me hace disfrutar. Pero sí me quejo de que, en ocasiones como ésta, nos la quieran meter doblada. Hasta el fondo.

Que a veces duele, coño.

martes, 5 de octubre de 2010

Toc, toc...

Qué haría yo sin la entrañable estupidez humana, me pregunto. ¿Y porqué, comprobando tantas veces que es un rasgo inseparable de las personas, continúa sorprendiéndome? Pero hay ocasiones (trascendentales, encima) en las que nos pasamos de la raya de tan estúpidos y no puedo permanecer callado. Me explico. Dos universidades americanas acaban de descubrir un planeta, otro más, de nombre Gliese 581g. La novedad es que es el primero que se encuentra dentro de la zona de habitabilidad de su estrella, una enana roja (Gliese 581, obviamente), con unas condiciones teóricas aptas para la vida humana. En realidad no han descubierto el planeta, sino la evidencia de que en ese lugar del espacio tiene que haber uno; suficiente de momento para que se pueda teorizar sobre él, a la espera de que el nuevo telescopio espacial James Webb, que se lanzará en 2014, les permita descubrir alguna evidencia más. El caso es que, de nuevo, el debate a que da lugar el tema es que cada vez estamos más cerca de descubrir que no estamos solos en el Universo, que las pruebas de que tienen que existir civilizaciones inteligentes ahí afuera están a punto de desvelarse y que no debe faltar demasiado para que podamos establecer contacto con alguna inteligencia sideral o algún bicho semejante.

Y aquí está el punto. Da igual que las mentes más sabias nos alerten del peligro que supondría establecer contacto con una supuesta civilización capaz de viajar interestelarmente, con todo lo que ello supone, tal y como Stephen Hawking lleva haciendo desde hace varios años. No importa lo que sabemos acerca del choque que se ha producido cuando una civilización humana descubrió otra a lo largo de la Historia. Ni que observemos, día tras día, lo que ocurre cuando una especie animal ocupa un territorio, esté o no ocupado por otra especie. Supongo que esas imágenes cinematográficas en las que la raza humana siempre sale vencedora de cualquier tipo de invasión alienígena son difíciles de olvidar incluso para las preclaras mentes de los científicos más avanzados, pero no hay que ser muy listo para comprobar, a poco que uno se pare a pensar, que cuando alguien llame a nuestra puerta llegando desde un sitio muy, muy lejano no va a ser para dejar una tarjeta de visita y ofrecernos la mano educadamente. Por eso creo que hay ocasiones en que la estupidez humana es trascendental: montamos un costoso y espectacular sistema de búsqueda de inteligencia extraterrestre (el famoso SETI) pero no se nos ocurre pensar en qué haremos cuando alguien nos responda. Y si alguien lo ha pensado... sea lo que sea que tenga preparado, tiene que ser una peligrosa ingenuidad. Imaginemos que en la Luna hay habitantes cuya tecnología no les permite salir de su planeta, y que nosotros llegamos con unas cuantas naves y nos posamos en su planeta. ¿Qué ocurriría? Pues lo que ocurrió cuando Colón, Orellana y Hernán Cortés llegaron a América. Que les pregunten a los nativos. O más claro todavía: cuando paseamos por el campo, ¿les pedimos permiso a las hormigas para hacerlo, ellas que llevan allí toda la vida? ¿O, simplemente, les pasamos por encima?

En fin. Hace tiempo yo creía que el principal objetivo de la raza humana era precisamente éste: salir de nuestro planeta y ampliar los límites del Universo conocido. Pero hoy ya no lo creo. Más bien estoy convencido de todo lo contrario: en nuestro planeta hay de todo, así que ¿para qué buscarse complicaciones intentando encontrar a E.T.?

Lo malo es que también estoy convencido de que E.T. existe. Y que algún día, antes o después, él nos encontrará a nosotros. Y cuando llame a nuestra puerta seremos tan estúpidos de abrírsela de par en par...

Toc, toc...

lunes, 20 de septiembre de 2010

(Im)paciencia

Esta semana ví en algún programa de la tele (creo que en El Intermedio) que la mayor parte de los usuarios de Facebook, que son la mayoría de jóvenes occidentales de entre 16 y 40 años, cuentan en sus perfiles con centenares de amigos; pero que, en realidad, sólo mantiene algún tipo de contacto real con una veintena de ellos. El reportaje era en clave de humor, con entrevistas en las que todo el mundo se desternillaba de risa con las preguntas (el que las hacía y su destinatario) y destacando los aspectos más simpáticos del asunto, pero creo que el dato no sorprende a nadie: tal y como está diseñada la red social en cuestión, para aceptar una solicitud de amistad sólo hay que hacer click en un icono; y así hace amigos cualquiera. Cuando éramos tiernos infantes teníamos que rondar varios días a algún chaval al que le habíamos echado el ojo para que se integrase en nuestra pandilla, después él tenía que darse cuenta y dejarse rondar, luego se producía un tímido acercamiento con frases elaboradas del tipo: ‘¿Qué?’, ‘¿qué de qué?’, ‘¿echas un partido?’, ‘bueno, no sé’, y cosas así. Y tras algunas semanas dándonos patadas y pinchándonos los balones con los que jugábamos al fútbol podíamos empezar a considerar que ese chaval iba a ser un colega. Nada unía más que romperle los juguetes a tu mejor amigo.

Pero en la Era de la Información todo eso ha cambiado tanto como el día que deja paso a la noche, y por eso el que alguien tenga en Facebook, en Twitter o en Tuenti cientos o incluso miles de amigos o seguidores no es nada reseñable. Sin embargo, ayer sí me sorprendió leer en algún suplemento semanal que hay webs que están triunfando al ofrecer la posibilidad de dar de baja a la gente que ya se ha cansado de las redes sociales y su constante vulneración de la intimidad. Parece ser que muchas personas, evidentemente jóvenes en su mayoría están hartas de tener a ex-parejas, ex-amigos, ex-conocidos, ex-ex y ex-loquesea hurgando en las fotos (que cuelgan para que vean únicamente la gente que les interesa), rastreando los comentarios que dejan en alguna actualización de otras personas y enterándose, en fin, de lo que pasa en sus vidas. Sitios como Suicide Machine o Seppukoo se encargan de dar de baja, minuciosamente, cada foto, comentario o rastro que tenga un perfil determinado en la mayoría de redes sociales, y están experimentando un auge bestial. Yo comprendo esa sensación, la de que tu propia vida se ha escapado sin querer de las manos exponiéndola, aunque sea muy poco a poco, a los ojos virtuales de los demás usuarios de internet. De hecho ya he borrado algunos perfiles en la mayoría de sitios en los que me he dado de alta en alguna ocasión. Lo que ocurre es que como es tan sencillo crear un perfil para acceder a cualquier comunidad virtual de nuevo, pues... que termino por volver cual oveja al redil del que se ha escapado. Es la principal baza de estas redes sociales mastodónticas: su extrema adicción.

Sea como sea, si es cierto que ya nos estamos cansando de Facebook y comenzando a pensar en que es algo que puede pasar de moda próximamente, tengo que llegar a una conclusión: esta generación se está convirtiendo en la más impaciente de la historia de la Humanidad. A ver, ¡si Facebook tiene apenas seis años de edad! ¡Ni siquiera se ha estrenado la película sobre su oscurísimo origen! ¡Si eso era lo que necesitaba, no hace tanto, una serie de televisión para empezar a ser conocida! No hay duda de que de un tiempo (corto) a esta parte la información fluye de tal manera que hay que hacer sitio enseguida para la enorme cantidad de datos que viene pidiendo paso, y lo que hoy es noticia novedosa mañana estará obsoleta; pero esta velocidad en la ecuación acogimiento-aceptación-uso-abandono de una idea... no sé, como que da un poco de miedo. O quizá es simplemente lo que hay, y los que vamos cumpliendo años tenemos dificultades en adaptarnos al medio... aunque lo intentemos.

En fin. Falta poco para internet v3.0, dicen por ahí, con nuevas y amenazantes ideas para engancharnos a ellas... y olvidarlas a la velocidad de la luz, por lo que se ve. Ya podía aplicarse esa ecuación a los realitys de la televisión, que a esos no hay web de suicidio virtual que los tumbe...

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El delegado de clase

Imagínate que cuando estabas estudiando EGB (qué tiempos aquellos...), el delegado de clase era el que debía ser: el más molón, el más fuerte, más alto y más guapo; el que siempre estaba un escalón por encima de los demás. El más listo. El que tenía siempre más álbumes llenos de cromos de las colecciones de moda. Era uno más de la clase, pero tenía ‘ese poder’ que lo convertía en una especie de ser superior a ojos de todos.

Sigue imaginando y recordando que entre el resto de compañeros de la clase había de todo: niños de familia bien, pudientes, a los que se les ve claramente su status porque siempre tenían dinero para el bocata del recreo + donuts + golosinas, y no tenían que traerse el sándwich de casa; chavales a los que se les notaba que pasaban por dificultades económicas y que ni para ese sándwich tenían; y niños del montón, anodinos, que estaban a lo que decía y hacía el resto de la clase, básicamente atentos a los movimientos del delegado. Y luego estaban esos tres o cuatro que no encajaban exactamente en ninguna categoría: por ejemplo el que no hablaba mucho, antipático para casi todo el mundo y sospechosamente retraído, tanto que todos sabían que algo malo ocurría a su alrededor cuando no estaba dentro del colegio. Incluso el delegado sabía que no era de fiar. Raro. Pero el asunto es que su familia era riquísima, de mucha, mucha pasta, y por eso tanto el delegado como los profesores, y el resto de los alumnos lo tratabais con cierta deferencia. Aparte había un grupito reducido que nunca, nunca se relacionaba con nadie. Salvo para cambiar cromos, claro. Eran los frikis.

Ahora, continuando con este pequeño ejercicio memorístico, supón que un día el raro comenzó a llegar a clase con manchas de sangre en la ropa. Ropa de marca y muy cara, pero con manchas de sangre. Preguntado por el delegado acerca de esas manchas, respondió que no es asunto suyo, que no se meta donde no le llaman. El delegado lo hace, aunque se asegura de que el resto de la clase vea que le ha preguntado por el tema para que nadie dude de que ha cumplido con su deber. Temiendo que alguien lo haga, ese delegado se chiva al profesor de que la actitud del grupito de frikis es muy rara y puede resultar perjudicial para el resto de los compañeros, incluyéndote a ti, hecho que todos aplaudís y comentáis entre vosotros. Mientras tanto, el raro continúa llegando con restos de sangre, ahora en las manos, que ni se molesta en limpiar. El delegado, aunque no quiere incomodar demasiado a ese que viste tan bien y que lleva un anillo de oro en cada dedo corazón de 700 kilates, y cuyos padres tienen tanta pasta, se ve obligado a seguir insistiendo y preguntando el porqué de esas manchas, pero sigue obteniendo la callada por respuesta. Mientras, los frikis siguen a lo suyo yendo a su bola y sin meterse con nadie, cosa que aprovecháis el delegado y el resto de la clase (olvidando momentáneamente la sangre en las manos del raro) para seguir hostigándolos.

Un día el raro llega con restos sanguinolentos en el jersey de Lacoste. Toda la clase lo ve, pero aparta la mirada inmediatamente. El delegado maldice por lo bajo y, haciendo valer su cargo, se dirige a él temblando y gritándole que lo va a denunciar al director del colegio. El raro lo mira, sonríe y le dice: “Te compro todas tus postalillas. Te doy 10.000 pesetas y un Spectrum nuevecito. Además, por cada postalilla que me traigas a partir de ahora te daré 100 pesetas. A cambio, tú, ni mú”. El delegado piensa rápidamente y, sin dudarlo mucho tiempo, mira a ambos lados de donde estaban y le da la mano, cerrando así el trato. Y pensando en la forma de buscar algo con lo que seguir fastidiando al grupito de frikis.

Ahora imagina que lo has visto todo. Cosa no muy extraña, ya que lo han hecho a la luz del día, sin esconderse de nadie. ¿Qué hiciste tú? Indignarte, ¿no? ¿Y qué más? ¿Denunciarlo? ¿Averiguar qué coño hacía el raro? ¿Darle un par de hostias al delegado molón, por hijoputa? ¿Te quedaste con ganas de matarlo? ¿Y de tus compañeros? ¿Llegaste a la conclusión de que eran unos cobardes, por no hacer nada?

Piénsalo. Y luego pincha en este enlace:



jueves, 9 de septiembre de 2010

Paraísos cercanos

Mala semana para ‘La Roja’: paliza que nos llevamos en fútbol y derrota (dolorosa) en básket. Lo que viene a confirmar algo evidente: en una competición deportiva puede ganar cualquiera, que para eso se disputa en igualdad de condiciones. Y que quede claro que no pienso que ni Argentina ni Serbia sean cualquiera. Tampoco viene tan mal perder de vez en cuando, y mucho menos en partidos de escasa trascendencia como el del martes en el Monumental, porque así es más fácil mantener los pies en el suelo. Ya se volverá a ganar en las próximas citas decisivas.

Este fin de semana pasado me dí un estupendo paseo por Tapia de Casariego, pequeño pueblo asturiano cerca de la frontera con Galicia que apenas conocía. Comí en un buen sitio cercano al puerto (qué fabes con mariscos, la madre que me parió...) y después bordeé el precioso paseo marítimo hasta la playa más grande, la de Anguileiro. Todo estaba muy limpio, muy cuidado, y se respiraba la tranquilidad propia del norte pese a ser un fin de semana de verano. El clima no acompañaba demasiado y el sol no hizo acto de presencia, prácticamente, por lo que la playa no estaba muy concurrida; pero se podía adivinar que por allí no se padece ese turismo de masas que tienen en el sur y que, no sé muy bien el motivo, aquí se echa en falta a veces en prensa y estamentos oficiales. Cuántas veces se lee eso de ‘si aquí tuviésemos el sol de Andalucía tendríamos mucho más turismo’... Supongo que será porque cuanta más gente venga, más dinero se gastan. Pero estoy seguro de que tanto en Tapia como en la mayoría de los pueblos norteños la gente está encantada con el hecho de poder disfrutar de sus lugares de residencia sin tropezarse con un turista japonés con cámara a cada dos pasos, o con ingleses en chanclas y calcetines mirando embobados su mapa en medio de todas las calles por las que pasan. La Costa del Sol, por ejemplo, es una preciosidad, y su clima (dicen) una bendición a lo largo de todo el año, aunque a mí el calor que sufren me mata; pero esas mareas humanas de los meses de verano son una barbaridad. Yo no cambiaría los fabulosos paisajes de la ría de Vigo, por ejemplo, o la Costa da Morte, o los cañones del Sil, o la maravillosa península coruñesa por ningún rincón del Sur, por muy buen clima que tengan. Aunque sólo sea por no tener que soportar a todos los que buscan sol y playa garantizados. Caso aparte es el casco viejo de Santiago, que aguanta más de doscientos días de lluvia al año pero recibe, creo yo, más gente que cualquier lugar del Mediterráneo; sin embargo, esos días de invierno en los que consigo callejear un poco por el Vilar o por el Franco sin tropezar con un despistado peregrino son absolutamente maravillosos. O Sanxenxo: una joya paisajística, destrozada por el voraz urbanismo que explotó en décadas pasadas aprovechando el microclima que se disfruta en la comarca del Salnés. La playa del Silgar es un hormiguero cualquier día de agosto y llegar hasta la orilla es, en ocasiones, misión imposible; pero, al igual que Santiago, es maravilloso bordear el paseo marítimo y llegarse hasta Portonovo cuando cae el sol... simpre que consigas abstraerte de las moles de cemento y hormigón que te acompañan a lo largo de todo el recorrido.

Sea como sea, viajar es una delicia, aunque sea a esos pequeños paraísos cercanos que tenemos en Galicia, Asturias y el norte de ESPAÑA en general. Y Tapia de Casariego me lo pareció, incluso bajo un manto de nubes.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Cuestión de imagen

Qué lástima lo de Tomizawa ayer en San Marino: morir en cualquier circunstancia anormal es horrible, pero cuando no te lo esperas en absoluto y estás haciendo algo por lo que te pagan y disfrutas... en fin, es una pena. Eso sí: en el África subsahariana, en Irak, Afganistán, algunas zonas de la India y Bangladesh les importa una mierda que ocurran estas cosas. Seguro.

Ayer recordé, viendo no sé qué programa en la tele en el que salía un modelo masculino que había adelgazado hasta los 29 kilos, un detalle que me ocurrió hace poco tiempo y que retrata muy bien la sociedad en la que vivimos y que me hizo gracia rememorar. Para ponernos en situación, digamos que hace dos años yo pesaba algo más de cien kilos de peso; y hace cinco o seis debía rondar los 120, más o menos, que tampoco visitaba con mucha frecuencia la báscula. Hoy bordeo los ochenta kilos, que para mi 1,83 de altura es un peso razonable. Por aquel entonces también vestía acorde a mi aspecto: ropa holgadísima, poco variada (no encontraba demasiadas prendas de mi talla a un precio asequible) y bastante fea, para ser sinceros. Horrorosa. A los gordos no nos diseñan colecciones exclusivas, pensaba yo. Y para Inditex no debíamos de ser rentables. Hoy la cosa ya cambió y puedo comprar en cualquier sitio a buen precio, por lo que mi guardarropa creció considerablemente. El caso es que por aquel entonces, a pesar de ocupar mucho más espacio que el resto de los mortales casi nadie reparaba en mi presencia; y me refiero a personas desconocidas o con las que tenía un trato mínimo, no a los más allegados. Era entrar en una tienda, en un supermercado o en un ascensor, mismamente, y ni una palabra de más, ni una mirada. Pasaba completamente desapercibido.

Sin embargo hoy es diferente. No mucho, pero sí lo suficiente para que la cosa me haga gracia, aunque en realidad no sea para reirse. Por ejemplo: en un supermercado la charcutera se acordó, la segunda vez que pasé por allí, del tipo de fiambre que compraba (pavo El Pozo sin grasa y sin sal, 400 gramos), y además me regaló dos tupper para que se conservasen convenientemente. Todo con su mejor sonrisa. Nunca me habían regalado nada en un supermercado, lo juro. La que vende palomitas en el bar de los cines de Los Rosales se fijó en que llevaba una camiseta de Batman el día del estreno de 'El caballero oscuro' e hizo un comentario jocoso sobre la coincidencia; tras contestarle brevemente con toda la cortesía de que fui capaz ('es que me gusta sacar mi lado friki de vez en cuando', creo que le dije mientras ya me marchaba), me regaló un vaso que costaba un par de pavos (o algo parecido, que no lo recuerdo bien) con la imagen del Hombre Murciélago, diciéndome que así llevaba el pack completo. Nueva sonrisa de circunstancias con el obligado agradecimiento. Y lo peor de todo: hay un montón de compañeras que trabajan en el mismo edificio que yo, aunque en otras plantas, y que en la puñetera vida me saludaron a primera hora de la mañana (cosa que hasta me parece cojonudo); y que hoy lo hacen todos y cada uno de los días ¡llamándome por mi nombre! ¡Y yo no sé el de ninguna! En fin, tengo que tirar de recursos y emplear las típicas frases de cortesía impersonales: cómo te va, qué tal por arriba (trabajo en un piso primero, y malo será que no estén trabajando en las plantas superiores y sí en el bajo...)

En fin, que sólo con cambiar un poco de aspecto la vida de una persona cambia como no lo hace de ninguna otra manera. Todo esto me parece muy simpático, pero me demuestra que es absolutamente cierto lo que se dice: en este mundo, somos exactamente lo que tenemos, lo que parecemos y, por último, lo que valemos. En este estricto orden.

Y pensándolo bien, el asunto no es tan simpático.

viernes, 3 de septiembre de 2010

El final del cuento

Reconozco que aún pervive dentro de mí ese niño que, dicen los más pedantes, todos llevamos dentro. Yo no creo eso, que lo llevemos todos; pero en mi caso es así en muchas épocas de mi vida. Por eso cuando hace un par de meses el portero besó a la reportera tras el final feliz(ísimo) del cuento, no pude evitar emocionarme un poco; y eso que sabía que le iban a caer un montón de palos de todos aquellos que, escondidos bajo un manto de corrección profesional, le envidiaban hasta enrojecer de ira el no ser ellos los protas del relato. 

El cuento siguió durante buena parte del verano, supongo que tras comer las correspondientes perdices: todos contemplamos (internet y el papel couché es lo que tienen) las andanzas de príncipe y princesa desde Ávila hasta los USA, admiramos lo mucho que se querían y, sobre todo, lo bien que se visten los dos cuando la ocasión lo requiere y hay flashes para inmortalizar el momento. Sobre todo ella, que da la impresión de que se levanta de cama tan fresca como una rosa empapada en rocío. Y aquí quería llegar yo.

Hoy en día la niña parece un anuncio de Zara. O de Mango, o de Desigual. Camiseta que se pone, a los cinco días está en los escaparates de todos los centros comerciales del país. Se peina de aquella manera, y por la calle sólo ves ese corte de pelo en toda adolescente que te cruces. Si se calza un vestidito corto de color rojo con taconazos, sólo tienes que pasarte por el centro de cualquier ciudad para verlo reproducido cual sala de mil espejos en los grupitos de chicas que salen a pasear y a lucir palmito. Ahora resulta que ha puesto de moda unas pulseras con una cruz, o algo parecido, que se comercializan a 7 pavos (¡si son un simple cordón de colores, por Cristo!) y que hay que llevar varias para que molen, que una sola queda mal...

A mí me cae bien la reportera, como ya he escrito por aquí. Y seguro que no tiene la culpa de que estemos aborregados y nos limitemos a copiar lo que vemos, o que nos dejemos influenciar tanto, tanto por lo que vemos y oímos; y lo del rebaño también ya lo he dejado claro en más ocasiones. Sin embargo, no puedo evitar pensar que hay gente muy conocida que, hagan lo que hagan los paparazzis o quien sea, es capaz de evitar los focos que apuntan hacia ellos, por muy molestos e insistentes que sean. Así que cuando alguien está tan a gusto siendo el centro de atención, sabiendo cómo están las cosas y la influencia que puede tener esa actitud en los impresionables adolescentes, por ejemplo, y deja que su vida se convierta en un escaparate en el que brillan muchas luces con marcas muy conocidas y comerciales, pues... como que todo lo pasado pierde un poco de valor. Por muy bonito que le haya parecido a millones de personas.

Me pregunto, entonces, si aquel beso fue espontáneo de verdad. O, al menos, si las dos partes, príncipe y princesa, tenían las mismas intenciones...

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La última barrabasada de Rober Rodríguez: 'MACHETE':

miércoles, 1 de septiembre de 2010

De vuelta, una vez más

Parezco el de la canción de Manu Chao: '.. me llaman el desaparecido, que cuando llega ya se ha ido...'. Hace más de dos meses que no me paso por aquí, y trato tan mal a mis blogs que algún se rebelarán y no dejarán que vuelva a ellos, que los recupere. Me saldrá en pantalla el mensajito de 'No se permiten más entradas, total pa qué si eres un inconstante' y me dejarán con un palmo de narices. Sea como sea y mientras me lo permitan, y haciendo bueno aquello de 'más vale tarde que nunca', a ver si retomo esa sana costumbre de contar algunas cosas aunque nadie quiera leerlas, que esa es otra. De todos modos hace tiempo que tengo la sospecha de que hay un par de ojos observando todo lo que hacemos siempre, y este blog no será una excepción... o al menos eso espero.

El caso es que el verano fue testigo de varias cosas dignas de contar. Lo de esta crisis bipolar me sigue dando un poco la risa: por un lado me consta que hay gente que lo pasa mal, subsistiendo como puede con prestaciones mínimas; y por otro me consta más intensamente todavía que los restaurantes siguen estando llenos, que las fiestas y verbenas veraniegas siguen siendo un despiporre y que cada día abren más centros comerciales en mi querida ciudad. ¿Alguien se ha percatado que en ningún otro sitio de ESPAÑA (de momento sigo escribiéndola con mayúsculas) como en La Coruña hay tantos malls por metro cuadrado como aquí? Pues no se abren para palmar pasta, por descontado... luego alguien está pensando que la cosa no es tan grave como la venden en la prensa. Más me partí el pecho con el nuevo capítulo de 'Bienvenido Mr. Marshall' protagonizado por madame Obama y su retoña, y el papelito (papelón, mejor dicho) que hicimos algunos españolitos (ahora sí con minúsculas) cerrando playas para que las niñas se diesen un chapuzón y reservando un localito para que pudieran visitarlo con calma y tranquilidad. Sí, ese que llaman Alhambra y que está en Granada. Por no hablar de la excusa del viaje: acompañar a una amiga de la primera dama que lo estaba pasando muy mal, tras haber sufrido una pérdida irreparable... Digo yo: ¿acompañará la señora presidenta a todos los familiares de los soldados fallecidos en Irak o Afganistán? ¿Y lo hará en un hotelazo de  nosecuántas estrellas? Hay cosas que atufan un huevo, por mucho glamour con el que se envuelvan. Qué mundo... Mientras, treinta y tantos mineros chilenos atrapados en un agujero sin fondo tienen que esperar varios meses a que los rescaten, por la dificultad de hacer un agujero para traerlos a la superficie... La NASA anda por allí, parece ser. Vuelvo a decir yo: ¿si hubiese petróleo, coltán u otra cosa valiosa de verdad, y no las miserables vidas de unos trabajadores se tardaría tanto? Me juego los huevos a que no. Pero, una vez más, hay cosas que apestan...

Bueno, de nuevo empiezo despotricando contra todo, en lugar de ser más positivo. Es que es tan fácil desahogarse frente a una pantalla... En fin. Siempre nos quedará de este verano de 2010 esa explosión de júbilo que supuso el haber ganado el Mundial de Sudáfrica. La madre que me parió, hacía años que no sentía tanta ansiedad como los últimos minutos de la prórroga de la final... Luego todo salió bien, y me alegré mucho al ver cómo la gente lloraba de felicidad portando la bandera española. Que a ver si, por fin, deja de ser algo proscrito o una reliquia de tiempos pasados y se convierte en lo que debe ser: un símbolo de unión de los habitantes de un país. Ni siquiera la meada fuera de tiesto de nacionalistas catalanes y vascos ensombreció el asunto: no les hizo caso ni dios. Si realmente les fastidió que ganara ESPAÑA... pues me alegro bien. Que se jodan. Además: sí, hay mayoría de catalanes y vascos en la selección; pero entonces, ¿porqué levanta la Copa siempre un chaval de Madrid? ¿Y porqué es el que, al final, besó a la chica del cuento?

Por hoy ya basta. A ver si cojo ritmo y no me disperso demasiado, y soy capaz de ir contando cosas para que este blog no se me suba a las barbas. Claro que me ayudaría mucho que alguien entrase al paño y discutiese conmigo de... lo que sea. Que el debate, dicen, es algo enriquecedor.

Pues nada, hasta la próxima.


lunes, 21 de junio de 2010

Los primos

Tengo un amigo que es un poco tonto, y eso que en aras de conservar esa amistad soy muy benévolo con el calificativo. Ha caído en la más ridícula de las trampas; y lo ha hecho por haberse dejado atrapar por el principal de los pecados capitales: la vanidad. Él, que huyó cual correcaminos del coyote de la mayoría de los vicios que tenía (primero acabó con el tabaco, después dejó de comer como si no hubiese un mañana y hasta de follar, fíjate tú si tiene fuerza de voluntad para algunas cosas; sólo le queda dejar la cafeína para poder ingresar ya en la orden de las Carmelitas Descalzas) se dejó seducir estúpidamente por un mísero reclamo publicitario y se compró ¡una crema para reducir el abdomen en sólo 4 semanas! Mientras escribo esto me invade un deseo irrefrenable de proponerle que se autoflagele, por imbécil. Sólo a él se le ocurre creer que frotándose un potingue por la barriga se le va a quedar el cuerpo del tipo que anuncia el envase... Claro, debió razonar mi amigo, si se gastan lo que se gastan en publicidad para promocionar el producto – páginas enteras en diarios de tirada nacional a todo color, anuncios en la televisión – es que realmente tienen que creer en él. Luego tiene que funcionar. Así que lleva untándose más de un mes y medio el dichoso ungüento por todo el torso y ya me confesó que tiene la sensación de que aún está más hinchado que antes; además de apestar como un puerco espín en celo y después de haberse gastado una pasta gansa en el dichoso medicamento (39 eurazos del ala por un botecito minúsculo).

Con lo cual sólo me queda concluir una cosa: tanto criticar lo que se gastan las mujeres en productos de belleza (que lo hacemos, lo hacemos) tales como cremas antiarrugas, anticelulitis y demás antis, y al final es a nosotros a los que nos la meten doblada. Los que nos dejamos tomar el pelo. Los incrédulos que creen en los milagros cosméticos. Los primos.

39 pavos. Si es que hay que ser subnormal...




viernes, 18 de junio de 2010

Órdenes

Ay, Sara, pobre Sara... para que luego digan que la belleza física abre casi todas las puertas... ¡La que te espera si Iker falla estrepitosamente en algún partido de los que le quedan a la selección! Lo peor de todo es que esta chiquilla me parece una fenómena en su trabajo: aparte de su (evidente) fabulosa presencia ante las cámaras, creo que sabe de lo que habla y además lo expone brillantemente; vamos, que semeja ser una buena profesional. Así que iba a tener narices si finalmente el hecho de ser tan escandalosamente guapa termina perjudicándole en su trabajo... aunque pensando dónde estamos (en ESPAÑA, recuerdo), no debiera resultar tan sorprendente.

Bueno. Hay más cosas que fútbol, aunque no lo parezca; entre ellas me llama mucho la atención la última ejecución que tuvo lugar esta pasada madrugada en USA de un reo condenado a muerte. Fusilaron a un tipo que hace 25 años mató a un abogado mientras huía de no sé qué delito. Ocurrió en Utah, el estado mormón que, leí en algún lugar, dicen es la cuna del ojo por ojo; de hecho es el único estado que hasta hace poco ofrecía la posibilidad al reo de escoger la forma de su ejecución. Este condenado prefirió que le disparasen en el pecho porque no se fiaba de la inyección letal, así que las autoridades designaron un pelotón de cinco policías, le colgaron al futuro cadáver una diana en el corazón y tras una cuenta atrás breve dieron la orden de abrir fuego. Al parecer, el hombre falleció casi en el acto.

Siempre que se lleva a cabo una ejecución en algún país de estos que respeta más bien poco determinados derechos humanos (sí, sí, mis admirados USA, en este sentido, aún tienen que avanzar mucho) se produce el debate alrededor de la pena de muerte, la cadena perpetua y el papel del Estado en la aplicación de las distintas leyes penales. Y se organiza siempre el mismo ritual: protestas de grupos pacifistas, alboroto frente al Tribunal Supremo de turno, llamadas y cartas dirigidas al gobernador estatal pidiendo el indulto o la conmutación de la pena capital por la reclusión eterna (que no sé yo qué preferiría, la verdad...), y la inevitable negativa prácticamente siempre a que esto se produzca. Siempre me imagino a los testigos que asisten a la ejecución tal y como aparecen en las películas: mirando fijamente a un teléfono colgado de la pared esperando a que suene el timbre cuando falten pocos segundos para el fatal desenlace (memorable la escena que contó Clint Eastwood en Ejecución inminente). Y también imagino la general relajación cuando, por fin, todo ha acabado: ya no hay remedio para lo que acaba de suceder, así que a esperar a la siguiente ocasión en que se pueda volver a montar todo el ritual. Yo no he variado mi opinión al respecto desde hace muchos años: como norma general creo que el Estado no puede arrogarse la capacidad de decidir acerca de la vida y la muerte del individuo; eso ni siquiera debería corresponderle a Dios, que dicen otorgó al Hombre el libre albedrío. Pero la condición humana es la que es, no la que queremos que sea, y en cuanto el hombre vive en sociedad con otros hombres las relaciones interhumanas abarcan todo tipo de niveles, del más abyecto imaginable al más sublime. Y por desgracia también pienso que hay casos en los que la muerte ni siquiera es castigo suficiente. Ergo, mi postura acerca del tema varía con el tiempo, con las circunstancias y con cada caso concreto. ¿Pederastia y posterior asesinato a sangre fría? Lo siento: pena de muerte. ¿Atenuante porque el asesino estaba borracho, o drogado? Sigo sintiéndolo: al foso. ¿Enajenación mental transitoria por algún motivo razonablemente claro y diáfano? Mmmmmm... No lo sé. Ergo, es un tema, desde luego, enormemente complicado.

Lo que me ha llamado la atención de este caso concreto en el que el reo prefirió que lo fusilasen es lo siguiente: los policías que le dispararon en el pecho, ¿se presentaron voluntarios para ello? Es de suponer que sí, porque no imagino a alguien forzado a hacer algo semejante, por mucho que deba obedecer órdenes. Ya me cuesta bastante imaginar una situación real de guerra, aunque ése es otro asunto cuyo debate sería inacabable. Si es así, ¿qué tipo de persona se presta voluntaria para pegarle un tiro en el corazón de forma legal a otro ser humano, y luego vuelve a casa para darle un beso a su mujer y acostar a sus hijos, por ejemplo? ‘Cariño, ¿qué tal el dia?’ ‘Bien, nada fuera de lo normal. Le pegué un tiro a ese tipo que teníamos que ejecutar, pero por lo demás todo tranquilo. ¿Qué hay para cenar?’

Puedo hacerme una idea, aunque sea levemente, acerca de qué tipo de persona sería esa; si yo fuese compañero de esos policías tendría mucho, mucho cuidado en enfadarme con ellos. Ni a discutir de fútbol me atrevería, no vaya a ser; en todo caso estos sucesos siempre me indican que el mundo en el que vivimos es demasiado complejo y en el que caben todo tipo de personas y comportamientos. Pero también consiguen que mi fe en el ser humano, como digo y escribo siempre, vaya menguando con los años.

Mejor seguir ocupados con el Mundial, para no desesperarnos..

jueves, 17 de junio de 2010

Fatalismo

Bieeeeeeeeen... Ya sabía yo que mis compatriotas, mis queridos ESPAÑOLES no podían fallarme en una ocasión como esta, ciertamente inmejorable para sacar a relucir nuestras cualidades más patrias, a saber: la puñetera envidia, el fatalismo más exagerado, la mala hostia y, sobre todo, la bipolaridad. Extrema. Nadie como un español para exhibirla en un mínimo espacio de tiempo y en un grado tan exagerado... Pasamos del blanco al negro sin detenernos en el gris en un pispás, y no sé si por contagio, mimetismo o por cual motivo la población entera se cubre con un manto de tristeza y mala leche en cuanto ocurre algo como lo de ayer: en este caso la derrota de nuestra todopoderosa selección española de fútbol.

Éramos favoritos para ganar el Mundial, cosa que nos lleva recordando la prensa deportiva (y la generalista, que tampoco se libra) casi dos años, y tras perder con los suizos sólo nos preocupa encontrar a los culpables; además somos unos paquetes, el seleccionador se equivocó con la alineación, los jugadores son unos niños mimados y las casas de apuestas, lo peor de todo, pagan la victoria final hispana con un dineral, es decir, los que tienen pasta ya no creen en nosotros. Parece que, como una metáfora de la coyuntura social y económica, nuestra acciones cotizan a la baja... Pero, salvando el hecho objetivo de que sólo se ha perdido un partido y que la cosa no va a ser tan fácil como nos vendieron estos últimos tiempos, yo sigo confiando en nuestra selección. Algo como lo de ayer ocurre una de cada cincuenta veces, lo que no es consuelo, desde luego; pero el juego sigue siendo apabullante, aunque ahora salgan agoreros por todas partes que prediquen que el tikitaka ya se quedó obsoleto. Ya se sabe, aquí todo quisque sabe de fútbol... Así que mis expectativas siguen intactas.

Lo que me llamó la atención esta mañana, sin embargo, es ésto:


Es la portada digital del The Times, ojo, periódico serio. Y bajo la foto dice: “¿Derrota española? Culpa a la novia”

Yo, qué quieres que te diga: a mí la prensa británica me cae estupendamente. Con lo que me cuesta en ocasiones encontrar las palabras para expresar una opinión, éstos siempre me lo ponen así de fácil:

Pero mira que son gilipollas, estos británicos.


miércoles, 16 de junio de 2010

El Mundial

Estos días el Mundial de fútbol lo acapara todo, y no me refiero a las vuvuzelas que atruenan desde Sudáfrica. Salen unos tíos golpeando un balón y defendiendo una bandera y parece como si se desplegasen dos ejércitos dispuestos a conquistar ¿qué?. Supongo que al otro, lo cual ya es bastante. Dada la situación que vivimos los Gobiernos están encantados con el asunto, ya se sabe, el opio del pueblo y todo eso. Y aunque la cosa no sea para tomarla a broma, el hecho es que sirve de bálsamo para aliviar algunas tensiones. Muy suave, pero al fin y al cabo bálsamo. Yo siempre viví con intensidad el Campeonato del Mundo, y basta que ESPAÑA parta como una de las selecciones favoritas al título para que en esta ocasión esa intensidad se transforme casi en ansiedad. Aún no debutó y ya me estoy mordiendo las uñas... Lo que no implica que, como dije, sea consciente de que la situación roce el absurdo: que un deporte nos haga olvidar (en general) la realidad y anestesie nuestra percepción de los problemas que nos acucian da un poco de risa. Si no fuese un asunto tan grave, claro.


Dicho esto: ¡AÚPA ESPAÑA!


miércoles, 9 de junio de 2010

¿Orgullo?


Hay que ver cómo está el mundo... mejor dicho, hay que tocarse los huevos con cómo está el mundo. Ahora los organizadores del Desfile del Orgullo Gay de Madrid vetan a la carroza israelí porque representa al ayuntamiento de Tel Aviv, que no condenó el ataque a esa flotilla de la Libertad que cada vez me da más mala espina, aunque no voy a volver sobre ese tema. Me recuerda a aquel chiste en el que a un hombre lo están juzgando por haber matado a otro, y le contesta al juez que le interpela: 'Es que era judío, y por culpa de los judíos mataron a Jesucristo'. 'Pero eso ocurrió hace dos mil años', contestó el juez. 'Sí, pero yo me enteré ayer...' Pues más o menos lo mismo: con las que lleva montando el estado israelí desde hace 60 años, y ahora van estos a tomar medidas por lo ocurrido precisamente ahora... y adoptando una postura bastante bíblica, por cierto: que paguen justos por pecadores. Qué tendrán que ver los gais judíos con este tema, madre de Dios... además, ¿no se supone que normalmente estos colectivos intentan ser lo más tolerantes posible, visto el trato que recibieron en el pasado (no hace tanto tiempo, por cierto)? Pues se están cubriendo de gloria dejándose llevar de esta manera... Pero lo mejor de todo, ¿qué coño de medida de presión es esta? ¿Es que acaso le va a importar un bledo al estado de Israel que prohiban a una carroza participar en un desfile? El alcalde de Tel Aviv se tiene que estar descojonando de la risa...

En fin... En solidaridad con los organizadores del desfile, a partir de mañana dejaré de comer pan de pita. Y el falafel me lo voy a hacer con callos a la gallega.
Eso sí que les va a fastidiar...



youTube del día:

lunes, 7 de junio de 2010

Los nuevos dioses

Siempre a vueltas con lo mismo. Según la prensa estamos sufriendo una crisis bestial; vale, lo acepto. Se están tomando medidas impopulares que van a hacer tambalearse a muchos gobiernos: lógico, son los que más desgaste sufren. Y se anuncian revueltas por toda Europa adelante para protestar por los recortes sociales que inevitablemente se tienen que producir, aunque eso, en algún caso, lo creeré cuando lo vea. Ya expuse en otro lugar mi postura al respecto: el pueblo lo formamos, fundamentalmente, una panda de borregos, una muchedumbre adormecida y que raramente se preocupa por nada más que de salvar su propio culo, así que no creo que llegue la sangre a donde tiene que llegar.

Sin embargo, pese a todas las dificultades que (dicen) se están padeciendo, seguimos adorando a los mismos dioses: un tenista (soberbio en su labor, que una cosa no quita la otra) que gana 1,2 millones de euros en dos semanas; unos jugadores de fútbol a los que prometen 600.000 pavos si hacen su trabajo en un mes; un conductor de coches que sí, que pisa el acelerador a fondo y que llega unas milésimas de segundo antes... ¿a dónde?, me pregunto. Un tipo que, gracias a la estatura que la naturaleza le ha dado, llega más fácil a un aro con una red e introduce muchas veces un balón por él... Vale, que sí, que esto que escribo es demagogia pura. Soy el primero en adorar a esos neodioses y en postrarme ante sus hazañas. Hasta me emociono con ellos. Pero al menos, y como poco, a mí me parece... raro.

Pero raro de cojones. Claro que hay gente que públicamente se posiciona en contra del lugar en el que les hemos colocado, del altar en el que los estamos consagrando, pero temo que sólo es una postura políticamente correcta. En realidad se alegran más todavía de sus triunfos y alimentan aún más su posición, lo cual es todavía más extraño.

¿Seré el único que lo ve? ¿O estaré tan equivocado? En fin... mejor me iría si no me preocupase tanto por estas cosas, que siempre termino divagando inútilmente. Como si yo pudiese hacer algo al respecto, aparte de expresar mi opinión... Así que voy a descargarme el segundo partido de la final de la NBA, que no pude verlo, a ver qué tal estuvo Gasol. ¡Qué crack, el tío!


Las cuentas que no cuadran

Tras un exabrupto como el post que vomité el viernes uno se siente mejor, lo juro; no mucho, pero al menos me quedo con la sensación de que dije algo que había que decir. En todo caso no quiero darle al asunto más importancia y no porque no la tenga, sino porque estoy tan harto de la gente en general que ya no quiero sorprenderme con las estupideces que tengo que soportar a menudo. Así que pelillos a la mar.

Para no ser tan trascendente, aquí dejo esta foto:


Ése es Matu, en una sala de los Yelmo Espacio Coruña el jueves pasado, sesión de noche. La peli era un bodriete ('Jacuzzi al pasado', y vuelvo a repetir que hay que pegarle un tiro al responsable de estas traducciones: el título original es 'Hot tube time machine'), pero era un estreno; lo mismo me ocurrió cuando fui a ver 'The crazies' unos días antes en Los Rosales, en la que era el único espectador igualmente. A lo largo del año me ocurre en una docena de pases: sólo asistimos una o dos personas. Y digo yo: ¿cómo coño se rentabilizará todo ésto? ¿Será posible eso que leí por ahí de que lo que sostiene el negocio del cine en ESPAÑA es la venta de chucherías? Haciendo cuentas no sería de extrañar, que por un combo de bebida + palomitas te clavan 7,50 eurazos, pero aún así... Y el caso es que ahora van a inaugurar otro complejo de multicines en el Marineda City, donde va el Ikea, así que... algo no cuadra por aquí. Por muchas gominolas que vendan.

Sea como sea, espero que el sistema no casque, porque si me quitan el cine me hunden sicológicamente en la miseria... ¡y tendría que dedicarme a ver la televisión!

¡No, por Diossssss...!

viernes, 4 de junio de 2010

Demonios de la sociedad

Hace ya mucho tiempo que dejé de fumar. No lo hice por solidaridad con los no fumadores, sino porque me dí cuenta de que el tabaco me hacía mucho daño. Ello no impidió que me convirtiese en un ex-fumador tolerante con los que continuaban fumando, porque sé lo tocahuevos que fui durante los años que molestaba a los que tenía a mi alrededor y aguantaron mis malos humos más o menos estoicamente. Incluso permití fumar en mi casa, en mi coche y en cualquier lugar en el que estuviese, y prefería no pensar siquiera en que algún día pudiera ser uno de los 3.000 españoles que la palman cada año por ser fumadores pasivos. Prefería pensar que sii tenía que tocarme a mí, pues qué se le va a hacer. Sin embargo, llegó un momento que mi tolerancia casi se vuelve del revés por culpa, paradójicamente, de la intolerancia de los fumadores que tenía cerca de mí: parecía que cuanto más me preocupaba yo por defender su derecho a fumar, aún sabiendo que estaban perjudicando mi salud, más intransigentes se volvían ellos enrocándose en una postura cerrada como una ostra: tenéis que ser tolerantes con mi derecho a fumar pero yo no tengo que serlo con el vuestro a que no fumen a vuestro alrededor y, por tanto, a ocasionaros riesgo de muerte. Digamos que los fumadores próximos a mí se enfadaban si veían coartada su libertad para encender un pitillo, pero en absoluto se molestaban en preguntar si a mí me causaba molestia el humo de su tabaco. Casi tuve que pedir perdón por no fumar...

Más o menos fui lidiando con esa situación; pero estos días me está ocurriendo lo mismo con el tema éste de la reducción de sueldo de los funcionarios, asunto que llevo mucho peor. Ahora resulta que parecemos los demonios de la sociedad, los culpables de esta puñetera crisis que nos asola, y por todos lados aparecen opiniones poniéndo a la función pública pies para arriba y tachando a los funcionarios de vagos, carga para el sector privado y poco menos que de cáncer para la sociedad. Hay un montón de grupos en todas las redes sociales pidiendo no sólo el  5%  de reducción del salario sino el 50%, y exponiendo que ni de coña apoyarán ninguna medida de presión que hagamos los funcionarios, faltaría más apoyar a esa banda de vagos a los que les pago su sueldo, que no se merecen. De huelga ni hablar, por supuesto. Y que dejen de quejarse, que nos parece muy ofensivo.

Pues estoy hasta los mismísimos cojones. Ya he contado por aquí que la medida de congelar el sueldo funcionarial parece apropiada desde el punto de vista del que gobierna, puesto que no hay duda de que el público es el sector menos productivo del entramado laboral. Pero de ahí a que tenga que leer o escuchar que no nos merecemos lo que cobramos, o que no damos palo al agua, o que más dinero tenían que quitarnos... media un abismo. Así que prefiero escribirlo en voz alta, por si alguien escucha: ESTOY HASTA LOS HUEVOS DE LOS QUE SE QUEJAN DE LO QUE COBRO POR SER FUNCIONARIO Y DE LOS QUE MENOSPRECIAN MI TRABAJO. CONOZCO A MUCHOS EMPLEADOS DE EMPRESAS PRIVADAS QUE VIVEN ÚNICA Y EXCLUSIVAMENTE PARA INTENTAR ESCAQUEARLE EL SUELDO AL JEFE QUE LE PAGA  A TRAVÉS DE UN INJUSTIFICADO ABSENTISMO LABORAL, QUE TRATA MAL A SUS CLIENTES Y QUE ROBA TODO LO QUE PUEDE DE LA EMPRESA QUE LE SUSTENTA. Y QUE SE PASA SU PUÑETERA VIDA ECHÁNDOLE LA CULPA AMARGAMENTE A CUALQUIERA DE LO MAL PAGADA QUE ESTÁ SU LABOR, QUE SE MERECE MUCHO MÁS Y QUE LO QUE COBRAN OTROS SIEMPRE ES MÁS DE LO QUE MERECEN. ADEMÁS, CUANDO TIENEN UN CONFLICTO LABORAL SON LOS PRIMEROS EN MONTAR FOLLÓN Y EN PEDIR (CASI EXIGIR) QUE EL RESTO DE COLECTIVOS APOYEN SUS REIVINDICACIONES, Y SI NO LO HACEN ASÍ ES QUE SON UNOS INSOLIDARIOS. Y todo lo sé por lo que me cuenta alguna gente de mi entorno, es decir, algunos de MIS (SUPUESTOS) AMIGOS. Manda huevos. En definitiva, ESTOY HASTA LOS MISMÍSIMOS DE LOS LLORONES QUE VAN POR LA VIDA MENOSPRECIANDO A LOS DEMÁS. Asi que, sin pensarlo demasiado y sin argumentos más sólidos que los expuestos que defiendan esta maravillosa tesis, y porque al igual que por dejar de fumar no he pedido perdón a nadie tampoco pienso hacerlo por trabajar donde lo hago, aquí dejo este preciso y precioso corolario:

QUE OS JODAN, EMPLEADOS DEL SECTOR PRIVADO QUE MENOSPRECIÁIS AL SECTOR PÚBLICO. OJALÁ EL FANTASMA DEL PARO OS ABRA LOS OJOS Y OS PROPORCIONE UN VERDADERO MOTIVO PARA LLORAR AMARGAMENTE.


miércoles, 2 de junio de 2010

La molicie del ocio

Segundo día de vacaciones y ya no sé en qué emplear mi tiempo... ¡mal vamos! Ni siquiera se me ocurre contra qué despotricar por aquí que no haya mencionado ya. Y no será por falta de objetivos: entre la crisis, el Mundial de Despilfar perdón, de fútbol que ya tenemos encima, que Nadal vuelve a ser Nadal y lo que me enerva la sangre el estado de Israel (que no es el pueblo judío, quede claro el matiz) me podría tirar días enteros divagando. Sin embargo no tengo ganas de ponerme al tema, supongo que de tanto hastío que me provoca esta molicie del ocio (toooooma...). Sólo pensar que me quedan 13 días para volver a mi querida rutina me entra el tembleque... Así que hoy me limitaré a colgar esta burrada que me envió mi amigo Vincenzo por mail que, si no es un fake, es para pegarle dos tiros al conductor:

martes, 1 de junio de 2010

HdeP

Da igual el tiempo que transcurra, los conflictos que se padezcan o el dolor que se cause. Me pregunto si algún día la Humanidad aprenderá de sus errores, o por el contrario seguiremos el mismo camino hasta que consigamos destruirnos completamente. No importa que sea el siglo I, el XXI o el MM. Siempre es la misma historia.

Pero yo no puedo reprimir el siguiente razonamiento analítico, pausado y profundamente reflexivo:

Son unos hijos de la gran puta.