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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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viernes, 14 de mayo de 2010

Please, mr. Ridley...

Aquí llega un bonito puente ideal para una breve escapada; lástima de crisis y de ajuste zapateril que obliga a nadar por las procelosas aguas del ahorro y guardar la ropa por lo que pueda ocurrir. Así que habrá que tirar de los recursos habituales: cine, internet y mucho gim.

Hablando de cine, ayer estrenaron un día antes de lo habitual la visión de Ridley Scott sobre Robin Hood. Se mete en la piel del arquero de Sherwood el últimamente habitual en sus películas Russell Crowe y sale Cate Blanchett como lady Marian, es decir, dos australianos haciendo de héroes de leyenda británicos: la cosa ya olía un poco rara. Pero para mí es una cita inexcusable por varios motivos: es una superproducción americana, y yo me declaro fan irredento de ese tipo de entretenimiento como dije en más de una ocasión; está dirigida por uno de mis dioses cinematográficos (poco menos se puede decir del que parió Alien y Blade Runner), aunque últimamente parecía en baja forma (El reino de los cielos y Un buen año así parecían confirmarlo), y además me encanta ir a los estrenos; así que me acerqué a Los Rosales a verla.

En mal momento. Es lenta hasta el aburrimiento: durante hora y media no ocurre nada de nada; a Crowe no se lo cree nadie en el rol de Robin Hood y, ponga como se ponga, está fondón, fondón; el personaje del malo es tan malo que da risa, aunque Mark Strong hace todo lo que puede con lo que le dan, y Scott intenta aportar tanta información distinta al personaje de la que todo el mundo conoce que termina convirtiéndolo en una caricatura completamente anacrónica. Hay una escena particularmente graciosa en la que, sin venir a cuento y sin ton ni son, Robin se hace el amo y señor de todo el ejército británico al que está arengando en ese momento el rey, rodeado de todos sus nobles y barones; todo a través de un discurso que hubiera firmado el mismísimo Mussolini de lo patriotero que sonaba. Y luego, prácticamente él solito, se carga a un ejército francés cuyo desembarco en las costas británicas recordaba muy peligrosamente al que ya vimos en Salvar al soldado Ryan... incluyendo las barcazas que usaron los americanos para ocupar la playa de Omaha. Completamente fuera de lugar, en serio.

Así que, aunque no me gusta nada hacerlo, recomiendo encarecidamente el NO visionado de semejante bodriete más que nada para que, si alguien tiene un concepto similar al mío sobre el cine de Ridley Scott, no se lleve una decepción más grande que el Titanic. Esperemos que sólo sea una mala racha o algún encargo del que no pudo deshacerse, y nada más. Porque la alternativa es, me temo, que como tantos otros directores contemporáneos se crea realmente que es una especie de dios. Y que su obra hará historia y trascenderá más allá de su época.

Y pensar que está preparando una innecesaria precuela de Alien sobre la historia del tripulante que emitía la señal de socorro que atendió la Nostromo, y que le pueda salir un churro como éste... es para echarse a temblar.

Ridley, te seguiré concediendo oportunidades, no te preocupes; pero, please, no arruines tu gran obra maestra...

1 comentario:

la cocina de frabisa dijo...

Uffffffffffffffffff, si es que después de leerte ya no sé si liarme la manta a la cabeza e ir igual (yo también soy devota de Mr. Ridley), pero tendré que pensármelo mucho, mucho, me fastidia que me tomen el pelo :)

También soy una incondicional de W. Allen y el año pasado salí del cine echando sapos y culebras, así que me parece que los amores incondicionales se van agotando....

un biquiño