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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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jueves, 20 de mayo de 2010

Normalidad

Salió cara, así que fue Jerry quien me hizo reir. Era un crack, el tío... Hoy tocará el penúltimo de Perdidos, así que ya me estoy echando a temblar. Vamos, Jack, no nos decepciones...

Ayer comentaba por aquí lo escaso de mi vida social y me quedé pensando un rato en el asunto. ¿Porqué tendremos la manía (porque de manía se tiene que calificar) de querer buscar siempre una emoción más intensa que la última vivida? ¿O el ir un poco más allá en las relaciones que tenemos con los que nos rodean, sea cual sea su nivel, para comprobar qué hay de novedoso en la experiencia? Parece que tenemos miedo de repetir las cosas que fuimos sufriendo, gozando o disfrutando en nuestra existencia y que si no encontramos algo nuevo que añadir a la vida ésta carecerá de sentido. ¿Tan malo es vivir como un ser... anodino, por buscar un calificativo? ¿Es vulgar ser normal? Ojo: no me refiero a ser el prototipo de buen consumidor español: sueldo de mil y pico euros, 1,87 hijos, casado/a y con estudios medios. Eso lo dejo para las estadísticas del INE. Me refiero a vivir con lo que nos ofrece la vida, sin exigirle más que lo que necesitamos de ella y dejándonos llevar por las circunstancias que nos rodean.

Yo no creo que sea tan horrible el tema. A mí me gusta aburrirme de vez en cuando, por ejemplo; es más, lo necesito. Por ello no me importa demasiado eso de tener o no una vida social más o menos intensa. Es cierto que algún acelerón emocional de vez en cuando viene estupendamente; pero yo me refiero a lo más habitual, al modo de vida. Lo malo es que se podría pensar que alguien anodino puede bordear, por ejemplo, la cobardía. Sería comprensible, sobre todo sin tener en cuenta lo que a cada uno nos tocó en suerte vivir. Pero hoy quiero acordarme (y reivindicar en cierta manera) a todos aquellos que han elegido ser normales en esta vida y no buscan, la mayor parte del tiempo, más emociones que las que le brinda su devenir vital.

Como yo en esta etapa de mi vida. Y así lo reconozco... aún a riesgo de que me llamen cobarde, que no creo ser; hecho que, por otra parte, me importaría un bledo.

Como suele decirse, el que esté libre de pecado...

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