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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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viernes, 18 de junio de 2010

Órdenes

Ay, Sara, pobre Sara... para que luego digan que la belleza física abre casi todas las puertas... ¡La que te espera si Iker falla estrepitosamente en algún partido de los que le quedan a la selección! Lo peor de todo es que esta chiquilla me parece una fenómena en su trabajo: aparte de su (evidente) fabulosa presencia ante las cámaras, creo que sabe de lo que habla y además lo expone brillantemente; vamos, que semeja ser una buena profesional. Así que iba a tener narices si finalmente el hecho de ser tan escandalosamente guapa termina perjudicándole en su trabajo... aunque pensando dónde estamos (en ESPAÑA, recuerdo), no debiera resultar tan sorprendente.

Bueno. Hay más cosas que fútbol, aunque no lo parezca; entre ellas me llama mucho la atención la última ejecución que tuvo lugar esta pasada madrugada en USA de un reo condenado a muerte. Fusilaron a un tipo que hace 25 años mató a un abogado mientras huía de no sé qué delito. Ocurrió en Utah, el estado mormón que, leí en algún lugar, dicen es la cuna del ojo por ojo; de hecho es el único estado que hasta hace poco ofrecía la posibilidad al reo de escoger la forma de su ejecución. Este condenado prefirió que le disparasen en el pecho porque no se fiaba de la inyección letal, así que las autoridades designaron un pelotón de cinco policías, le colgaron al futuro cadáver una diana en el corazón y tras una cuenta atrás breve dieron la orden de abrir fuego. Al parecer, el hombre falleció casi en el acto.

Siempre que se lleva a cabo una ejecución en algún país de estos que respeta más bien poco determinados derechos humanos (sí, sí, mis admirados USA, en este sentido, aún tienen que avanzar mucho) se produce el debate alrededor de la pena de muerte, la cadena perpetua y el papel del Estado en la aplicación de las distintas leyes penales. Y se organiza siempre el mismo ritual: protestas de grupos pacifistas, alboroto frente al Tribunal Supremo de turno, llamadas y cartas dirigidas al gobernador estatal pidiendo el indulto o la conmutación de la pena capital por la reclusión eterna (que no sé yo qué preferiría, la verdad...), y la inevitable negativa prácticamente siempre a que esto se produzca. Siempre me imagino a los testigos que asisten a la ejecución tal y como aparecen en las películas: mirando fijamente a un teléfono colgado de la pared esperando a que suene el timbre cuando falten pocos segundos para el fatal desenlace (memorable la escena que contó Clint Eastwood en Ejecución inminente). Y también imagino la general relajación cuando, por fin, todo ha acabado: ya no hay remedio para lo que acaba de suceder, así que a esperar a la siguiente ocasión en que se pueda volver a montar todo el ritual. Yo no he variado mi opinión al respecto desde hace muchos años: como norma general creo que el Estado no puede arrogarse la capacidad de decidir acerca de la vida y la muerte del individuo; eso ni siquiera debería corresponderle a Dios, que dicen otorgó al Hombre el libre albedrío. Pero la condición humana es la que es, no la que queremos que sea, y en cuanto el hombre vive en sociedad con otros hombres las relaciones interhumanas abarcan todo tipo de niveles, del más abyecto imaginable al más sublime. Y por desgracia también pienso que hay casos en los que la muerte ni siquiera es castigo suficiente. Ergo, mi postura acerca del tema varía con el tiempo, con las circunstancias y con cada caso concreto. ¿Pederastia y posterior asesinato a sangre fría? Lo siento: pena de muerte. ¿Atenuante porque el asesino estaba borracho, o drogado? Sigo sintiéndolo: al foso. ¿Enajenación mental transitoria por algún motivo razonablemente claro y diáfano? Mmmmmm... No lo sé. Ergo, es un tema, desde luego, enormemente complicado.

Lo que me ha llamado la atención de este caso concreto en el que el reo prefirió que lo fusilasen es lo siguiente: los policías que le dispararon en el pecho, ¿se presentaron voluntarios para ello? Es de suponer que sí, porque no imagino a alguien forzado a hacer algo semejante, por mucho que deba obedecer órdenes. Ya me cuesta bastante imaginar una situación real de guerra, aunque ése es otro asunto cuyo debate sería inacabable. Si es así, ¿qué tipo de persona se presta voluntaria para pegarle un tiro en el corazón de forma legal a otro ser humano, y luego vuelve a casa para darle un beso a su mujer y acostar a sus hijos, por ejemplo? ‘Cariño, ¿qué tal el dia?’ ‘Bien, nada fuera de lo normal. Le pegué un tiro a ese tipo que teníamos que ejecutar, pero por lo demás todo tranquilo. ¿Qué hay para cenar?’

Puedo hacerme una idea, aunque sea levemente, acerca de qué tipo de persona sería esa; si yo fuese compañero de esos policías tendría mucho, mucho cuidado en enfadarme con ellos. Ni a discutir de fútbol me atrevería, no vaya a ser; en todo caso estos sucesos siempre me indican que el mundo en el que vivimos es demasiado complejo y en el que caben todo tipo de personas y comportamientos. Pero también consiguen que mi fe en el ser humano, como digo y escribo siempre, vaya menguando con los años.

Mejor seguir ocupados con el Mundial, para no desesperarnos..

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