
A mí no me dio el pego: la peli me gustó, tiene momentos brillantes (como en los que se cuenta la superioridad intelectual que sabe que tiene el protagonista sobre los abogados que lo interrogan, los cuales también son conscientes de ella muy a su pesar, seguramente; o la pelea entre los dos amigos de Harvard tras la traición de uno de ellos. O la escena final, cómplice con los usuarios de Facebook más activos) y no trata al espectador como si fuese idiota, ni de esa forma condescendiente que suele emplear Hollywood en la mayoría de sus blockbusters (véase la reciente ‘Origen’, por ejemplo: alguien pensó ‘hala, vamos a rodar una peli para que la gran masa cineadicta se sienta satisfecha neuronalmente y no se nos acuse de rodar únicamente pastiches de encefalograma plano’ y se quedó tan ancho), pero no me creo que carezca de intenciones propagandísticas ni que, me temo, el que esté en realidad detrás de todo el tinglado no sea el propio Mark Zuckerberg, el padre (de 26 años hoy en día, no lo olvidemos) de Facebook. Si en ese mundillo te presentan una demanda hasta por mirar mal a tu perro, un tío que tiene una empresa valorada en 25.000 millones de dólares que se sintiese ofendido de verdad le hubiese lanzado un ejército de abogados a la Sony, distribuidora del filme, por intromisión en su imagen pública y en su honor (palabra y concepto, por cierto, que sólo se emplea para ésto: para denunciar que atentan contra él) que ríete tú del juicio de O.J. Simpson.
Resumiendo: que la peli apesta a paripé, a una trampa bien elaborada; pero no creo que sea más que puro negocio. Tratándose de Hollywood no debería sorprender a nadie, pero es que envuelven tan bien el regalito que la mayoría lo aceptamos sin protestar. Y si alguien lo hace, la respuesta ya está preparada: no seas gilipollas, que estamos hablando de la Fábrica de los Sueños... ¡todo es mentira!
En fin. No seré yo quien se lamente de lo que sale de la meca del cine, con lo que me hace disfrutar. Pero sí me quejo de que, en ocasiones como ésta, nos la quieran meter doblada. Hasta el fondo.
Que a veces duele, coño.

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