.

- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

.

viernes, 23 de abril de 2010

La decisión

Anoche tomé una decisión drástica poco antes de llegar a casa: prepararme una cena como Dios manda en lugar de la habitual ración de pavo con ensalada que me acompaña cada noche desde hace un par de años. Puñetera dieta... Digamos que soy capaz de controlar muchos apetitos, pero el genuíno, el verdadero, el de toda la vida... el ansia de papar, vamos, es en ocasiones demasiado fuerte para mí; esta vez me tentó demasiado y no pude contenerme. Así que batí tres huevos; freí una patata grande en rodajas despacito, a fuego lento; cuando estuvo pochada y con ese color levemente dorado tan característico (y apetecible) le añadí sal y la mezclé con el huevo. Le sumé unos pequeños tacos de jamón serrano y de pimiento verde previamente salteados, volví a mezclar, eché el mejunje en la sartén y dejé que cuajase un tiempo mínimo: vuelta y vuelta, para que el huevo se esparciese por el plato al partir la tortilla. Se me hace la boca agua sólo de escribirlo. No contento con eso me preparé un poco de ventresca de atún que tenía olvidada en la despensa (que ocupa dos pequeños estantes de una alacena) con un par de pimientos del piquillo haciéndole compañía. Había comprado un buen trozo de pan con pasas y nueces en La Tahona que olía de maravilla, y que fue lo que me hizo caer en la tentación de prepararme el ágape. Lo coloqué todo en una bonita bandeja que no sé de dónde salió, y contemplé el conjunto desde un par de metros de distancia. Con perspectiva. Acto seguido, sin pensarlo mucho, tiré todo lo que había hecho en el cubo de la basura excepto el pan y, resignado, abrí el taper del fiambre de pavo y cogí un poco, con un par de yogures desnatados.

Ni siquiera me enfadé conmigo mismo por la estupidez que acababa de cometer. Conozco a mi indecisión desde hace mucho tiempo y ya no me sorprende casi nunca; pero me pregunto qué pasará cuando asome su cara en el momento en el que el tema sea de verdad importante, y no una simple cena elaborada con prisa por culpa de un impulso irrefrenable. ¿Hasta dónde será capaz de provocar que me arrepienta de algo recién hecho? ¿Y lo hará sobre cualquier cosa? ¿Y en cualquier momento?

¿O seré yo, que empleo demasido evidentemente la demagogia conmigo mismo y me parapeto tras cualquier chorrada seudosicológica para justificar todo lo que hago, sea importante o no?

Sería interesante, si no resultase aburrido hasta para mí. Con lo rica que tenía que estar esa tortilla...

A ver si llega el lunes de una vez. O no, que ya no sé...

youTube del día:
 

No hay comentarios: