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- Las religiones son como clubs, exclusivistas todas. Fomentan el concepto de los nuestros para que sepas a quién odiar. (Desmontando a Harry, 1997)

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miércoles, 3 de febrero de 2010

Coruñeses viajeros (II)

Como decía en otro post, me resulta muy difícil elegir qué lugar de los que he visitado en mis viajes me gustó o impresionó más. Vaya por delante que yo soy básicamente urbanita, y lo que realmente me gusta conocer son las ciudades. Para mí una ciudad no es solamente una lista de lugares en los que hay que estar, sitios por los que es obligatorio pasar, tomarse un café o ir a comer. No; también significa un fin en sí mismo, el destino de todos los preparativos que conlleva y el propio desplazamiento en sí: el medio elegido para hacerlo, la época del año en que lo realizo... Me gusta considerar un viaje como una experiencia completa; y cuando se lo cuento a quien quiere escuchar, lo hago contando todos los detalles que lo rodearon.

Es por ello que le tengo un cariño especial a Londres. Fue mi primer viaje al extranjero, en 2002, poco después de los atentados en Nueva York. Luego regresé otras tres veces, siempre en buena compañía, pero como todo el mundo sabe la primera es la que te marca. Aunque sólo fueron cuatro días me parecieron suficientes para vivir una buena experiencia. Me encontré la gran ciudad que esperaba ya al primer vistazo, desde el autobús que me trasladó desde el aeropuerto, pero además hacía sol, un invitado que no esperaba. Ya se sabe, hay clichés que no pueden ignorarse, y el mal tiempo londinense era tan legendario que me sorprendió la bonanza climatológica. Es como si estás en Santiago de Compostela y no llueve: no es lo mismo. Además, el guía que nos acompañó desde Gatwick hasta el hotel en Gloucester Road nos dijo, para mi incredulidad, que el centro Londres era un lugar por el que podíamos pasear tranquilos, que sería muy raro que tuviésemos cualquier tipo de incidente desagradable. Me costaba creerlo de una megalópolis tan enorme (80 kilómetros de este a oeste), pero pude comprobar que sus palabras eran acertadas. Después vino descubrir poco a poco Piccadilly Circus, Hyde Park, Trafalgar Square, las tiendas de Oxford Street, el Parlamento y el Big Ben, St. James Park (el más bonito de todos los parques de la ciudad), y los fabulosos mercados de Coventry Garden, Portobello Road en Notting Hill y, sobre todo, Camden Town. Qué maravilla, Camden. Y Harrods. Y The Mall. Y la ribera del Támesis. Y la gente: en aquel primer viaje, pensé sinceramente que era imposible que existiese una ciudad tan cosmopolita como Londres, en donde todo el mundo parecía ir a los suyo, sin importarle ni el aspecto ni la forma de vida de los demás. Nunca olvidaré aquella pareja de gays que se besaban apasionadamente ante un semáforo próximo a Carnaby Street: si hubiesen podido fijarse en mi cara de lelo intentando apartar la mirada seguro que se hubiesen reído mucho. Regresé de aquel viaje tan impresionado como si fuese un niño, pensando que había tenido mucha suerte con el hecho de que mi primera aventura en el extranjero hubiese sido en la ciudad más bonita del mundo.

Sensación que duró, al menos, hasta mi siguiente destino: Roma.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La ciudad más bonita que conozco, junto con Barcelona, claro, quizás como dices tú porque fue la primera, todos esos recuerdos son buenísimos. Recuerdo perfectamente nuestras caras de "provincianos" cuando vimos a la pareja gay, jaja.
Churu

ElDeMonteAlto dijo...

Ahí demostramos que teníamos menos mundo que el Pozí... ;-)